Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 23 de septiembre de 2007


Quien me lo iba a decir.............
Quien me lo iba a decir, que el castillo por el que yo y mis amigos hacíamos nuestras correrías cuando éramos niños, acabaría siendo la fortaleza que siempre fué -pues la DGA ha reconstruido buena parte de sus murallas- y que a visitarla acudirían gentes de sabe dios donde y que vete a saber como se han enterado de su existencia.
¡Qué tiempos aquellos! En cada estepa (o casi), había un nido de pajarel. Las tordejas, se sentían huir por entre los enebros, ya que dificilmente se las veía. Las grajas, hacían sus nidos entre los resquicios de las murallas y hasta los alcotanes, hacían sus nidos en las arpilleras. Estos últimos, eran la especialidad de nuestro amigo Manolo -Crispín- y nunca faltaba el nido de calinrroya en la oquedad de la "cocina", cuarto de armas o algo así.....................................