
Viajando en el tren y con uniforme, cosa rara pues no lo usaba, travé una charrada con una chica. Esta era de La Vall de Uxó. Nos salimos al pasillo a pegar la hebra y allí permanecimos un buen rato en animada e íntima conversación. La puerta del vagón, abierta, pues era verano y apetecía la ventilación que nos proporcionaba.
Me gustaría saber fabular las cosas que sin ocurrir, aqui quedaran verosímiles y pelín morbosas. Pero de ser ciertas, no las revelaría; y ¿para qué voy a mentirme?.
La conversación, banal, agradable y yo pensando en que no estaba nada mal y era terreno de conquista.
Esto, no tendría mayor interés sino fuera por el desenlace tan traumático que tuvo el efímero episodio idílico.
En el rellano del vagón, estaba el WC. Nosotros fuera ¿eh?. Alguien vino y en una mala suerte indigna, la chica dejó su mano apoyada en el dintel de la puerta y el usuario, al cerrar, le pilló los dedos. A la pobrecica, se le cambió la color de la cara y casi se desmaya ¡qué cabronada!. Vió las estrellas mucho más cerca que si me hubiera acompañado en un Mirage. Volvimos al asiento y ya no le quedaron ganas ni de verse. Yo compungido y cariacontecido.
Se apearon en Segorbe y alli terminó, antes de empezar, una oportunidad perdida para una bonita amistad.
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