Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

jueves, 21 de febrero de 2008

Macedonia




Estaba comiéndose una manzana. Mmmmmmm... huele de maravilla esa naranja, pensó Adán, que contemplaba con envidia la fruición con que la sierpe devoraba aquél melocotón. ¿Kerés un bocado? le espetó a Tutatis. Aquello cogió desprevenido a Hervés, quien no esperaba que del éxtasis visual producido al ver la casi lujuriosa degustación de la banana, esta fuera motivo de una expresión que lejos de parecer una invitación era más bien una admonición.

Lo cualo le llevó a pensar que aquél comepeaches, respondió a su admiración de una manera grosera y se sintió humillada y avergonzada por su forma rastrera.

¡Será mamón, el navajo del carajo!. Y es que hay gente que en lugar de sentirse orgullosa de sus orígenes, reniega de ellos consumiendo tallarines, una pecaminosa identidad de perro salchicha con cara de empanadilla. ¡Donde esté un Kiwi, que se quiten las acelgas!

Pasa a millones de saharauis al contemplar a tanto gabacho kabestry como estos días pululan por los medios de subversión desinformada. Estos últimos, no contentos con el recicleje de la basura, no paran de darnos la vara uniformándonos del discurrir de los cucos en los nidos de los buitres.

Y tal como si la mierda fuera chocolate, se afanan en hacérnosla tragar cual lavativa ilustrada. Por eso, estoy en contra de toda violencia en contra de los derechos del lagarto; y no entiendo porqué se cabrea mi vecina cuando intento bañar al canario en la piscina. Al contrario que la gazapera, que desea la limpie con la manguera. Para eso que no me utilice a mí, que lo haga con Fifí.

De obras buenas, están las tumbas llenas. A este paso, se acabarán pronto los higos chumbos o llegaremos a Berlín.