Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

lunes, 9 de junio de 2008

Cocinero antes que fraile (II)

Superado el trance de huir de la "despensera", me integré en el París. Aquí me sucedieron muchas cosas. El jefe de cocina, era un tipo que el día que venía mal follao al trabajo, pagábamos justos por pecadores. Así, a los pinches, nos quitaba la fiesta de la semana porque y cuando le daba la gana. "La semana que viene, sin fiesta". Como cuando en el cuartel te cruzabas en el punto de mira del sargento y te machacaba la salida. Y a ver donde ibas a reclamar. Ajo y agua. Algo hemos adelantado, ya que hoy ningún tirano se puede permitir esos comportamientos.

Falcón se llamaba. El caso es que luego se marchó a un restaurante de carretera y quiso llevarnos con él a toda la plantilla de cocina. No acepté. Caso aparte era el segundo, César. Más joven, era lógico que congeniáramos. De entonces, supongo, me viene el recelo que de por sí, generan en mí todos los jefes. Y más, si encima son incompetentes, que los he tenido. (O mujeres).

Del segundo, conservo una anécdota. Un día hablando por teléfono con una chica que o había preguntado por mí o él estaba intentando averiguar algo de ella para mí, le llamó mocoso (a mí) y este le contestó "ya me la casco". Jo, yo no hubiera dicho eso, no me hubiera atrevido, pero me alegré cantidad de que se lo dijera.

Una vez marchados estos dos, el otro pinche era de aquel pueblo, acabado el verano vinieron dos jóvenes que habían estado trabajando en un hotel en Torla. Estos eran veteranos del Hotel Centenario. Y un par de golfos. Buenos, pero pelín golfos. Sobre todo Pepín Esteban. Y por supuesto, yo seguí su estela. Nos veíamos todos los estrenos de películas; al Oasis, estuvimos yendo toda una semana después de salir de trabajar por la noche, más que nada, porque a la mañana siguiente íbamos muertos de sueño al trabajo. Si no tenéis......otra vez al Oasis. Y era el mismo espectáculo. Tontadas de jóvenes...

Allí, había una señora que limpiaba los cacharros de la cocina. Algo obesa. Por una escalera de madera, bajábamos a la bodega. El jodido Pepín, ató la mesa de la freidora para que al subir la señora María no pudiera pasar. Pero en vez de ella, subió echando leches Jesús Gracia y la freidora fue a cascala. Yo, que estaba al lado, recibí el aceite aún caliente en mi pie derecho. Por supuesto se me quemó y una ampolla enorme levantó la piel. Una odisea para saber donde teníamos que ir a curarme. Y como escocía.

Me dieron la baja por accidente, pero como no tenía para poderme mantener, debí acudir todos los días a trabajar para así llenar el estómago. Joder que putas las hemos pasado a veces. Casi sin poder andar, y hasta que se curó.....como picaba. Cuando recibí el alta, ni una pela más me dieron los cabritos aquellos. Está visto que como en la feria de Valverde, el que más pone, es el que más pierde.

Y ocurrieron otras cosas, que si las contara, sabríais tanto como yo. Nos ha jodido....