Era uno de los guionistas de más éxito del momento. Escribía para las mejores series de TV y los directores de cine requerían de sus servicios con asiduidad.
Luis, un ayudante de producción, sentía una envidia sana de él. Todo fulgor y glamur. Siempre requerido por los mejores. ¡Jo! se decía para sí. Este tío debe llevar una vida de la ostia. Con el dinero que gana y el pico que se debe de gastar, tendrá de todo casi sin pedirlo. Porque con esos diálogos tan picantes llenos de ingenio y trepidantes que escribe, antes de que los demás abran la boca, él ya sabrá las respuestas adecuadas y además, conducirá a los otros al terreno que desee. La de tías que tendrá. Y, se figuraba Luis, como las actrices y sobre todo las aspirantes son ligeras de cascos......lo dicho, se pondrá las botas. Y con todas esas dispuestas a todo con tal de seguir en pantalla......
Todas estas reflexiones y más se hacía cuando volvía hacia su pensión paseando la noche. Al pasar frente al bar que solía frecuentar, entró a tomar algo antes de ir a dormir. Repasando a la concurrencia, observó que en una mesa apartada se hallaba una persona a la cual en un principio no reconoció dado su aspecto y desaliño. Cuando por fin le identificó, se preguntó cual sería el motivo que le había conducido a tal estado de abatimiento y dejadez. Más tarde, le contaron que se había separado y ella, se había quedado con la custodia de los niños y con la casa.
¡Joder! pensó Luis. Este guión, no lo tenía escrito.