Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.
jueves, 30 de octubre de 2008
Araceli
Se llamó Araceli. Mis primeros recuerdos de ella son especialmente dolorosos. Sería +/- el año 57, cuando me operaron de las anginas. Como tratamiento previo, hube de soportar unas cuantas banderillas de calcio en el trasero. Un dolor fortísimo muslo abajo que me dejaba cojo por un rato. Fue ella la encargada de inyectármelas.
Seguramente, ya estaba enfermo su hermano y por eso ella tenía práctica y medios. Era sanitaria por obligación. In illo témpore, se hervían previamente jeringuilla y agujas. Manolito, así le llamábamos todos, era un guapo mozo que tocaba el acordeón y tenía una novia guapísima de La Vall de Uxó. Rozando la veintena contrajo una extraña enfermedad paralizante y progresiva, muy dolorosa en las articulaciones. Con posterioridad, he podido colegir desgraciadamente que pudo ser esclerosis múltiple, aunque esa es una apreciación personal. Lo llevaron a Barcelona, pero hoy aún la enfermedad carece de curación y sus orígenes son muy difusos aunque muy concretas sus secuelas.
Prácticamente quedó inválido. Durante más de 30 años, Araceli fue su madre, enfermera y cuidadora. Y entre tanto, también debió ocuparse de sus padres. Todos sus hermanos siguieron su vida en tanto ella, como una monja, truncó toda posibilidad de progresión personal.
Cuando Manolito murió, quedó su madre. Enferma de Parkinson. Al dejar este mundo su madre, y que en teoría quedó liberada de cargas familiares, ella heredó también la dolencia materna. Le atacó de una manera furibunda. Yo presencié esas crisis y era horrible verla por la impotencia que te hacía sentir.
Una tarde, yo había estado haciéndoles compañía, pues a la sazón vivía con una hermana y su familia. Poco después de la crisis espasmódica, que presencié, su corazón no resistió más y se paró. Un golpe que nadie esperaba, pues estaba lúcida aunque disminuida físicamente, pero previsible dada la presión a que era sometido.
Si hay alguien que no mereció su fin, dadas la abnegación y sacrificio por los demás, fué ella. Pero esta vida es así de cruel.
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