Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Pasao de vino

Durante la comida que hemos celebrado por el cumpleaños de mi señor padre, me ha venido a la memoria la vez que siendo un crío, me pasé de tragos, o sea, de vino.

Como decía, yo era un crío y supongo que me llevaron con ellos porque sería la mejor alternativa que tenían y además en algo les podía ser útil.

Habíamos ido a segar para el tío Antonio a Zorrolabarga. Y yo me quedé a la sombra del cahaparro junto al hato de la merienda y las bebidas, Agua y vino. Al poco, comencé a inspeccionar lo que allí había descubriendo, aunque seguramente era eso lo que buscaba, la bota del vino. Se da por cierto que no se fijaron y por lo tanto, mal podían impedir mi fechoría.

Comencé a tocarle el culo a la bota, hasta que me puse ciego de vino. El problema vino después. Cuando me llamaron para que les ayudara, todo comenzaba a darme vueltas y las náuseas ya apuntaban. Mi cometido era ir tendiéndoles los vencejos para que ellos pudieran hacer haces de mies. Poco a poco se dieron cuenta de qué me estaba pasando. ¿Has bebido vino? -Solo un poco.... Las náuseas fueron subiendo de frecuencia hasta que por fin, ocurrió lo inevitable. A partir de aquello, aunque no recuperé el buen tono, creo que pude llevar a cabo la misión que desde un principio, me habían encomendado. Después el tío, con sorna, me decía si quería vino. Estuve dos o tres días sin probarlo, pero superado el trauma, como diría mi madre, me gustaba más que a las cepas el criarlo.

Y aprovechando el tema, donde también lo pasé muy mal por este motivo, fué en Alba. Unos primos hermanos de mi tío, tenían un trujal. En aquellos años, había muchas viñas en el valle del Jiloca. En una estancia en casa de mis tíos, coincidió que estaban trasegando el vino del trujal a las cubas. Practicamente, solo quedaba la brisa de las uvas que también prensaban para extraerle todo el jugo -vino-. Solo de la tufera a vino que allí había más algo que me darían a beber, se me puso una cabeza y unas malas ganas terribles. Aquello me lo tuve que "tragar" hasta que se pasó. Pero tampoco lo aborrecí.

Años más tarde, acompañé al tío Antonio a Villafranca a por el vino que le correspondía, -tenía una viña en el pueblo que daba buenas uvas-, al trujal de Matías. Me dijo: hoy no se bebe vino, porque si pasara algo a la vuelta a casa, dirían que íbamos borrachos. No pasó nada. Abajo, donde salía el vino y cargábamos los botos para subir el vino a las cubas, había una tufera inmensa. Pero la superé. Matías, el dueño del lagar, de vez en cuando le daba un tiento y se reía y decía: si entras a un bar y está lleno de fumadores, fumas, y ya no notas el humo. Pues el vino lo mismo jajajajajajajaja. El vino, en ese momento entra solo pues parece tener gaseosa, pero pega................

Nadie saque la conclusión de que he sido o soy un borrachín. Excepto en las comidas, no pruebo el vino. Y el resto de alcoholes, tampoco. Ni dentro ni fuera

FELICIDADES, campeón.

Hoy, mi señor padre, cumple años. Y hace falta ser un campeón, como otros muchos miles, para llegar a su edad en unas condiciones aceptables a pesar de las muchas calamidades y privaciones que sufrieron en la guerra y la posguerra.

Por ello, a pesar de los cantos de sirena interesados que nos llegan ya sabemos de donde, no, no debemos olvidar, más bien al contrario.