Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Cenas de Navidad





Confieso que no me gustan las cenas -de empresa- por Navidad. A fuer de sincero, participé en una montada dentro de la empresa y en el turno de noche. La gente del Dto. llevó viandas y bebidas (aunque están prohibidas). Me invitaron a participar y la verdad es que prepararon un festín agradable y variado. Ya se sabe, cuando el gato va de juerga, los ratones se desmadran. Pero aquí no, todo salió bien y sin incidencias.

Mención aparte merecen las que se celebran en un restaurante. Ahí te puede tocar sentarte al lado del hijoputa con el cual no te hablas y que durante todo el año está amargándote la vida y tocándote los huevos sin cesar. El bandarra, puede ser jefe, o subordinado que se pasa todo el año insubordinado, no importa. Cambiar la O por la A donde proceda.

Después ocurre que el mismo caparra, generalmente, se pasa de tragos y la arma. No estaba yo en aquella ocasión, pero la armó. Y casi hay sangre de por medio.

Luego viene el ir a visitar bares o clubes de titis. No me han gustado nunca esos locales, aunque no estoy libre de pecado ni tengo las manos limpias....... El tener que pagar precios astronómicos por bebidas adulteradas, no entra en mi mollera, y mucho menos, pagar una consumición a una titi por muy buena que está y por el morro. Si se entera mi santa, me pone a caer de un burro: "serás cabrón, a mi no me invitas nunca ni a una gaseosa".

Para terminar, debes volver a casa, Si llevas el coche, corres el riesgo, salvo que seas abstemio, de encontrarte a los del soplómetro. Esos te van a dar los aguinaldos por ser un aguilando.

Mejor hacer una pedorreta al jefe, cuando no te ve ¡y que le den!