Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Adios

Hoy, hemos despedido a la tía Lola. Era la mujer de mi tío, el que alguna vez, varias, he nombrado en mis post.

Ha sido una enfermedad larga y traidora que les ha hundido la vida a los dos y a su hija, Cuando el tío se jubiló, a ella le comenzaron a dar los primeros síntomas de lo que le esperaba. Obsesionada con su hijo, no sé cual de las dos cosas influyó más. Con toda seguridad ambas. Poco a poco, su lucidez y movilidad fueron ralentizándose hasta llegar a convertirla en un vegetal al que mi tío y su hija, cuidaban y mimaban con esmero, pero que nunca podrían recuperar. El tío, ha dedicado todos sus momentos a atenderla y no han querido, en ningún instante, dejarla en otro lugar de acogida que no fuera su casa.

Ella, casi forma parte de toda mi vida. Tenía siete años cuando se casaron. En mi juventud, yo era realmente el primogénito de mi tio pues siempre iba detrás de él a los trabajos. O delante. Le recuerdo con el cigarro de cuarterón y la boina. Un día, estábamos segando mi madre, la tía y yo. Había lo que nosotros llamamos cierzada. No se veia el sol y yo dije: vaya dión. Y ella, ingenuamente preguntó: ¿por dónde?. Hasta puede que, confieso con vergüenza, es posible que formara parte de mis sueños eróticos de adolescente. Tímida, y apegada a lo suyo y los suyos, difícilmente aceptaba nada de los demás, en tanto que en su casa, lo daba todo.

Descansa en paz, Tia.