
Temeroso el pobre abuelo
caminando con su hijo ingrato,
suelta de la mano el plato
y se le rompe en el suelo.
Del hijo en los ojos brilla
fuego de soberbia insana
y grita: "desde mañana
se le pondrá una escudilla.
Y para evitar mejor
que pueda aquí echarnos manchas
comerá usted a sus anchas....
pero no en el comedor".
Llanto de dolor vertiendo
que se calla con la mano,
levantóse el pobre anciano
y se retiró gimiendo.
En tanto que el nietecillo
que ama al abuelo de veras
coge unas cuantas maderas,
unos clavos y un martillo;
y, en silecio, en un rincón
muy gravemente sentado
parece estar preocupado
con urgente ocupación.
Su padre, al verlo perplejo,
¿qué haces? al pequeño chilla
-voy a hacer una escudilla
para cuando usted sea viejo-.
2 comentarios:
Buenos días, Delfín.
Pasaba cerca y he decidido hacerte una visita. Jeje
Veo que has publicado una poesía con un buen mensaje. La verdad es que me has emocionado ¡pobre abuelo!
Deseo que todo vaya bien.
Un abrazo
Recuerdo de mis días escolares. Pero tiene plena vigencia. Un abrazo
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