Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 30 de octubre de 2009

Perlas otoñales



















Azafrán, nueces, rebollones, almendras..... Como decía mi difunto suegro, hoy hace 18 años de su muerte, "más vale darse una vuelta por aquí, que dos por la plaza"

He pasado unos días en el pueblo con mis padres. Como tuvimos que volver de forma súbita, todo quedó en casa de aquellas maneras y, necesariamente, debía quedar en condiciones cara al próximo invierno pues ellos no volverán de momento hasta la próxima primavera. Lo cual, a mi, me ha venido bien para darme un voltio por el monte en busca de setas, rebollones o cualquier cosa susceptible de ser recogida o cambiada de sitio.

La primera tarde, me fuí a buscar setas de árbol. El tiempo desapacible y algaraciando. Aunque a veces parecía amenazar tormenta, todo quedó en eso. Enseguida ví que estaba el terreno muy seco y no encontraría setas. Me pase por un membrillero y cogí unos cuantos frutos para perfumar el coche. No, no era mío, pero como si lo seriese porque nadie irá a molestarse en recoger los membrillos que han crecido libres y agusanados.

Donde menos lo esperaba, hallé un árbol con unas setas en su tronco. Las únicas. Más tarde, recorrí los lugares donde en años anteriores habíamos encontrado, con mi padre, buenas y grandes setas. Rien de rien.

A la mañana siguiente, fuí a san Ginés a buscar rebollones. Después de hora y media larga, había encontrado tres. Entonces tropecé con otro espontáneo que llevaba al menos tres kilos. Había escuchado toda la mañana el ladrido de un perrillo por lo que sabía que no estaba solo, pero tampoco que seguía sus pasos.

Cambié de ubicación y aunque no me quedó mucho tiempo pues debía volver a preparar la paella, tuve más suerte y al menos dos kilos de buenos ejemplares volvieron conmigo a casa. Al otro día por la tarde repetí por la misma zona, y aunque al principio solo tuve dificultades de movimiento debido al tupido monte de estepas, al fin llegué al claro donde hace años las arrancaron y allí sí que hallé satisfacción y rebollones. No en la cantidad que en años lluviosos habría pero si los suficientes para matar el gusanillo de cogerlos y comerlos. Hoy he asado en la carmela unos cuantos y estaban deliciosos.

En frente de casa, hay una noguera que digamos es del pueblo. Todos los años, mi madre era la principal beneficiada por su proximidad. Pues este año, a pesar de no estar en el pueblo, tampoco se va de vacío ya que habrá recogido del suelo unos diez kilos. Aunque por las mañanas, un alguacil que se ha echado el alcalde, -cuando nunca lo ha habido fijo-, visitaba primero el nogal. Y el muy jodido, me dijo que no le gustaban las nueces. Koño, pues si le llegan a gustar duerme allí.

Faltaban las almendras y el azafrán. Ambas cosas, no llegan ni a la categoría de testimoniales. Pero haberlos haylos y alguna almendra fue a casa y las rosas que hubo en esos días en el huerto amenizarán, con su azafrán, nuestras comidas. Como decía el difunto padre de mi santa, cuando estábamos a la mesa y tocaba abarrer (limpiar con pan) la fuente o el plato de la comida, "más vale darse una vuelta por aquí, que dos por la plaza".

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