


Muchas veces me lo he planteado aunque nunca había hecho referencia a ello. Vemos por todas partes lucha y denuncia en contra de la explotación y trabajo de los niños. Que como en todas partes cuecen habas, habrá explotación, aborrecible y denunciable, y mera supervivencia.
De la segunda, algo sé, pues en mi niñez-adolescencia yo participé de ella o en ella. Pero no había explotación, más bien ignorancia y que había épocas en las cuales se requería la participación de todos los miembros de la familia para realizar los trabajos y tareas de temporada (que no de la casa). Hoy, ocurre lo contrario. Son los adolescentes quienes explotan a la familia. Aunque siempre habrá excepciones.
En los países del tercer mundo, y en células del primero, muchos chavales/niños se han de buscar la vida para sobrevivir. Pero la aborrecible esclavitud que supone la explotación sexual de las niñas en los países del sudeste asiático, es delincuencia. Nadar en la abundancia a costa del sufrimiento y trabajo infantil o juvenil, es crimen.
Pero lo que motiva este post es, la alegre y consentida explotación de los chavales en las canchas de tenis de todo el mundo. Así vemos a las grandes figuras, ganando millones, mientras unos niños recogepelotas están arrodillados al filo de la red, prestos a salir disparados en cuanto alguno de esos millonarios estrellan la pelota contra la misma.
Cierto que de ello no se les puede culpabilizar a estos masters del universo peloteril; son los organizadores de los torneos quienes hacen posible este escarnio. Pero como sarna a gusto no pica, si de ellos o sus padres dependiera, arremeterían contra el que ve en ello una explotación donde ellos encuentran un privilegio. Ven a Nadal o a Ballesteros y los ojos se les llenan de billetes. Angelicos....

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