Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 18 de enero de 2009

Sueños de seda

Porque no puedo resistir
la sensación de tocarte.

Indisciplina de los sentidos. Insurrección de la sensatez. Sedición de la mesura. Tumulto de las sensaciones. Pronunciamiento del deseo. Rebelión de los impulsos. Insurrección de la razón. Locura incontrolada.


Ni mis manos ni mi boca pueden resistirse a la maravilla repetida de recorrerla una y mil veces, de vagar por toda la tersa extensión de tu geografía, como un peregrino en busca de un santuario en el cual depositar su ofrenda.





Deslizar los dedos por tu cuerpo me incita a dar rienda suelta a mis fantasías. Me enardece. Recostar la mejilla en la apacible blandura de tus pechos es comprender el verdadero significado del reposo del guerrero, reina.

Descansar las manos en la delicada serenidad de tu vientre provoca emociones que van más allá de las palabras y abre las puertas a la voluptuosidad. Es descifrar en un instante el enigma de la vida y la manifestación palpable del amor.


Sobrecogedora en su mansedumbre. Diáfana. Cautivante. Dulce y tibia, se entrega a las caricias con sosegada docilidad. Es la síntesis de la ternura. Es encantamiento y fascinación.


Admirable en su tersura, irresistible al tacto, alborota las emociones, exalta las pasiones y vaticina el desenfreno.


¿Lo sabes, verdad? Claro que sí, y estás segura de ello, lo leo en tu mirada. Tienes la certeza que sólo tocarte, provoca el motín de todos mis instintos.


A veces pienso que si los ángeles tuvieran cuerpo y forma, serían dueños de una piel de seda... como la tuya.