Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

lunes, 2 de febrero de 2009

MS

Aquel invierno de aquel año, agarré un enfriamiento que me duró meses. Oidos taponados, nariz obstruida.......No se curaba y lo intenté por el methode traditionel: carajillo y a sudar. Ni por esas; al tiempo, se abrieron los oidos y en apariencia, todo volvió a la normalidad. Me quedaron secuelas de ruidos agudos, que se amplifican a veces y llegan a ser omnipresentes.

Por el mes de Mayo, un día en la ducha percibí que no sentía la temperatura del agua en la pierna izquierda. En Octubre, el primer día de caza, hube de volver a casa pues tenía dificultades de movilidad. Ya puse el asunto en manos del médico de cabecera. Este, hizo su trabajo (anteriormente, alguien no lo hizo bien en el circuito y perdi una oportunidad) y tras las consultas de rigor, los neurólogos me mandaron a consultas externas del Servet. Como eran los días previos a la Navidad, me citaron para primeros de Enero. Estuve ingresado casi un mes. Haciéndome pruebas y análisis. Había dos casos extremos en sendos chicos jóvenes, que en unos meses, habían caído el uno en una parálisis total y el otro, camino de ella. Aprendí a jugar al mus con los enfermeros y otros pacientes.

Un día, le pregunté al doctor que me recibió en CC.EE. : ¿qué tengo?. Sabemos el nombre y el primer apellido de tu enfermedad, me respondió, pero no sabemos el segundo. Me dieron un diagnóstico, y aunque siempre he tenido encima la espada de Damocles, las perspectivas más pesimista, hasta de ahora, afortunadamente no se han cumplido. En posteriores revisiones, no han logrado averiguar nada, pero las secuelas, perduran.