Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

martes, 3 de febrero de 2009

Pinchazo

Marcos volvía de hacer una asistencia en una localidad vecina. Ya atardecía, por lo que calculaba que esa jornada, se habría acabado cuando llegara a casa. Era un hombre maduro, pero sano y de buen ver. De pronto noto un golpe en la dirección del coche y por los síntomas, un pinchazo o reventón. Salió de la carretera y se apeó. ¡Vaya! la rueda delantera. Fue a por la de repuesto y al sacarla, comprobó que estaba baja de presión. Todos los conductores hacemos lo mismo, no comprobamos la presión de la rueda de repuesto y ahora, mira.

Dejó el coche apoyado en unas piedras y quitó el gato. Con la rueda en el suelo, hizo dedo al primer coche que se aproximaba. Un monovolúmen. Tuvo suerte, paró unos metros más adelante. Lo conducía una mujer de mediana edad. ¿Me puede llevar hasta el taller?. Ponga la rueda atrás y suba. La saludó y dió las gracias. Arrancó y mientras iban hablando del tema, observó que la falda que llevaba más que cubrir, enseñaba unos muslos firmes y muy sugerentes. Marcos notó que algo crecía entre sus muslos y se avergonzó mirando hacia adelante sin volver la cara.

Elisa, no dejó de observar ese detalle y el azoramiento del hombre. Ella, hacía mucho tiempo que no tenía contacto sexual con nadie por lo que a su vez, también comenzó a sentir la quemazón en su sexo. Próximo, habia al costado de la carretera un pequeño bosque y sin pensarlo dos veces, al llegar a su altura, de desvió ocultando el vehículo. Marcos, se quedó perplejo pero no le dió tiempo a reaccionar. Sin mediar palabra, Elisa puso su mano encima del pantalón y acercó su boca a la de él. Le rodeó el cuello e introdujo su lengua al tiempo que succionaba y mordía con furia sus labios. La pasividad inicial de Marcos, se tornó en actividad una vez superada la primera sorpresa.

Pasó su brazo por detrás de la nuca de Elisa y su otra mano comenzó a explorar y masajear los pechos y la entrepierna femenina. Ella, comenzó a desabrochar los botones del pantalón y él la ayudó a sacar aquel miembro que a pesar de estar a media erección, ya aparecia espléndido y goloso. Elisa se liberó y agachó para acariciar y saborear aquella joya. Nunca había visto nada igual. Poco a poco, fue introduciéndolo en su boca y el pene aumentaba de tamaño y longitud, llenándola de admiración y placer. Marcos, habia recostado el asiento y asi le facilitaba el acceso y se extasiaba con aquella felación.

Sin dar opción, Elisa cambió de asiento y comenzó a cabalgar sobre él. A pesar de estar bien lubricada por la excitación, la penetracíón era lenta por el grosor que había adquirido el pene. Ella, presa de la excitación y el deseo, comenzaba a desesperarse. Empuja y aprieta kabronazo y fóllame que me estoy muriendo por sentir toda tu polla dentro. Poco a poco, consiguieron que la penetración fuera total. El, puso sus manos sobre los glúteos femeninos y la ayudaba a ir de aldelante-atrás y girar en redondo. Ella, cayó en un orgasmo prolongado. Su clítoris en contacto con la base del pene y los testículos pegados al culo sin cesar. Su respiración se hizo profunda y ronca. Se apretaba los pezones acompasando el movimiento hasta que quedó sobre él exhausta.

Cuando se recuperó, volvió a su asiento y cogiendo el pene entre sus manos, comenzó a succionarlo al tiempo que se excitaba de nuevo. Vamos, dame lo que tu polla guarda. ¿Quieres la leche?. Ella afirmó con la cabeza. Se relajó y a cada succión de ella, notaba como le bajaba por la columna el momento final. Se envaró, arqueándose, y por fin, aquel volcan apagado, comenzó a soltar magma espeso en una erupción increible. A Elisa, le costó asimilar el momento vivido. Le pidió perdón por no haber podido tragar todo el semen -ha salido mucha leche, dijo-. Del salpicadero, Marcos le alcanzó unas toallitas de papel al tiempo que se limpiaba el semen derramado en su pene. Él le dió un beso y las gracias por el momento vivido. Ha sido algo glorioso y fantástico.

Al llegar al taller, se acercó a la ventanilla a despedirse y darle las gracias por haberlo llevado. Elisa, puso su brazo por detrás de él y lo atrajo dándole un beso introduciendo su lengua por unos segundos en la boca de Marcos, al tiempo que una lágrima se deslizaba por su mejilla. Le dió una tarjeta. Si vienes alguna vez, llámame, te estaré esperando. Y partió.