
Hace poco, alguien me preguntó cual era el animal que más me gustaba. No lo dudé aún temiendo una respuesta desabrida por la otra parte: la mujer. Eso ya lo sabía. Otro.
Sin duda alguna, la mujer es el animal más bello que la naturaleza ha dado. Quizá existan otros, pero el ser humano no los percibe.
Contemplo arrobado la entrada a la gloria, al cielo. Mi embeleso, ante esa maravilla, solo tiene parangón con mi incapacidad para definir meridianamente lo que mis ojos perciben. Es, el catalizador de todos los sentimientos y tentaciones. No se puede expresar con palabras.
La mirada, acaricia y transmite todo lo que ve y lo que se insinúa oculto. Los sentidos, se ponen finos y tensos, auscultan y codifican todas y cada una de las sensaciones que, aunque imaginarias y no por ello menos reales, ya viven el previo acceso y antesala del último cielo. Si dios existe, sin duda está aquí.