Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

martes, 3 de marzo de 2009

Soltando lastre



Esta mañana, me ha dado por organizar y adecentar esta leonera. He sacado la mesa para limpiar la trasera que, con el tiempo, se convierte en un nido de suciedad. ¡Qué lío de cables! He aprovechado para quitar la impresora vieja, que funcionaba perfectamente, pero era en blanco y negro. He colocado la nueva, en color, en su hueco con lo que la mesa, arriba, me ha quedado limpia de nuevo.

Aquí, un inciso para denunciar el estratosférico precio que llevan los cartuchos de tinta. Estaba la máquina en oferta, con cartuchos incluidos, a poco más de lo que los cartuchos solos costaban. Y no digo valían porque el año pasado, en un afán por ahorrar, compré uno de carrefur que me ha salido rana.

Con la limpieza, me ha salido un tranformador con sus cables de toma que no tengo ni puñetera idea de a qué pertenece o con qué lo he usado. Eso me pasa por dejar a los vecinos que entren como Pedro por su casa.

Ya embalado, he sacado cajas y papeles antiguos. En un maletín, conservaba las cuentas de cuando fuí presidente de la comisión de fiestas. Nada de "en picos palas y azadones, cien millones......." como acostumbran a hacer todos. No volverán a encontrar un tío como yo, que llevé las cuentas como un contable. En el libro de actas quedaron reflejadas para general ejemplo.

También quedó reflejado, en el libro, el feo y guarro detalle (la putada) que tuvieron conmigo los componentes de la comisión el último día por la noche. Críos, y no tanto, de mierda que se creen los amos del mundo y solo saben hacer el vago (no todos). Una pareja, sobrina ella para más inri, se empeñaron en ir a fundir al bar en una cena los beneficios que con tanto esfuerzo nos había costado reunir. Se fueron TODOS, y yo me enteré al otro día, al revisar las cuentas y ver la factura. La madre que los parió. Y no me cisco en sus muertos, porque son los míos. Pero ya habían volado. Desde entonces, los tengo enfilados.

¡Ah! la leonera, ha quedado como un pincel.