Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.
domingo, 8 de marzo de 2009
Quien da pan a perro ajeno......
En mi época guerrera, después de mí llegada, vino a casa del general un colega que era de Viver, un pueblo de Castellón cercano a Segorbe. Vivía en Valencia con su madre y trabajaba en un hotel importante, situado junto a la que hoy es plaza del País Valençia.
A este jodido, en un permiso, me lo subí al pueblo conmigo. Como era camarero, sabía quedar muy bien pues estaba acostumbrado a ello. Aún vivía en el pueblo alguna moza y otras que circunstancialmente por allí se hallaban.
Yo hablé con ellas,-aún no había tenido lugar el episodio de los huevos en batalla, sino de qué-, y a la noche nos reunimos para charlar en casa de una de las chicas. Una de las que estaban de paso, aunque era del pueblo, era por quien mis huesos se pudrían en el infierno del amor.
Y al muy buitre (léase cabrón), no se le ocurrió otra cosa que flirtear con ella. Aquí diré, que de la misma forma que dos no riñen si uno no quiere, con estos asuntos ocurre lo mismo. Como mínimo son necesarios dos. Sea como fuere, allí me tienes a mí de don Tancredo aguantando estóicamente la fiesta pero con la procesión por dentro.
De vuelta a la guerra, le hice ver su comportamiento (putada) y el mozo se lamentó de que no sabía nada de estos asuntos internos míos. ¿Cómo te voy a avisar de ello?. Este pollo fue el que, en un exceso de confianza, quiso que el loro de la generala le diera un beso y casi le traspasa el labio superior de un picotazo. Hoy, recordándolo, me descojonaba. Te estuvo bien, ¡por canelo y por cabrón!.
Y es que no sé si soy un pardillo o un buenazo. Permitir que otro fulano te trabaje el huerto a sabiendas, yo le llamaría calzonazos, pero en mi pueblo, le llaman otra cosa.
En fin, cría cuervos.........
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