Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

lunes, 23 de marzo de 2009

Saltamontes...................y grillos en la cabeza




Otra diversión que nos buscábamos, era el cazar saltamontes. Excepto el puro placer de pillarlos y la dificultad para conseguirlo, poco más de utilidad se podía obtener del entretenimiento. Porque siempre, cuando creías que le podías echar la mano encima, daba un salto y te dejaba con cara de tonto y un palmo de narices (además de un odio creciente por la burla). Esta operación, se podía haber optimizado si alguien nos hubiera dicho que existía el cazamariposas y la manera de confeccionarlo.

Cuando en verano tras eclosionar, había polladas de perdiganas, los saltamontes servían de alimento para las que habían sido capturadas y mantenidas en cautividad. Excepto para la tía Pascualina, que los hacía y ofrecía como almendras garrapiñadas. Cosa fina que nadie rechazaba, pues a falta de pan buenas son tortas.

¿Y los grillos? ¿quién no ha tenido uno en la ventana de casa?. Hasta que aborrecido lo ha tenido que soltar. Son incansables con su gri, gri, gri, y acaban metiéndose en los tímpanos y no dejan dormir.

Ibamos a la era del tío Hilario a pillarlos. Permanecíamos en silencio hasta oír a uno cantar. Situábamos su posición y ¡a por el!. Por norma, el bicho tenía un agujero en la tierra como morada y lugar de escape. Si era bajo una piedra movible, estaba perdido sin remedio. Primero, a probar con una pajita para hacerle salir. Si el intento fracasaba, a llenar el agujero con agua cogida de la rambla con algún cacharro. Y el último recurso, de emergencia, mearse en el agujero; al final, el animalico salía calao y sin setas.

Solo pillábamos machos. Las hembras, por su anatomía, no podian "cantar". Luego, los encerrábamos en un tarro, les poníamos lechuga y a la ventana. Hasta que se morían o hartaban a los padres y había que soltarlos. El macho, emisor de sonidos con sus alas, es muy vistoso.