Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

sábado, 28 de marzo de 2009

Fantasías


Se dijo que era un buen día para hacerlo. Sol, buena temperatura y no hacía viento. Además, la época era buena por la soledad que imperaba en el litoral. Así que se cercioró de la carga de las baterías en la cámara de fotos y tomó la dirección de las calas cercanas.

El mar estaba en calma, solo unas olas suaves lamían la arena de la playa. Buscó una cala solitaria pues había personas tomando el sol, y se dispuso a dar rienda suelta a su afición al sol y a la fotografía. Comprobó que podría dejar la cámara en lugares diferentes que le proporcionarían buena posición e imagen.

Se despojó de las vestiduras y comenzó a preparar la máquina y el lugar donde emplazarla y situarse. El retardo en el disparo, le permitiría posicionarse en lugar favorable para la foto. La que no saliera bien, la borraba y en paz. Ya había realizado un par de fotos, cuando se dio cuenta que había alguien en quien no había reparado de antemano.

Su primer impulso fue cubrirse y darse la vuelta pero una voz le tranquilizó. No te preocupes, yo también estoy tomando el sol sin ropa. ¿Quieres que te haga las fotos? No me importará. La vergüenza y el pudor inicial, fueron dando paso al sosiego. El hallarse en igualdad de condiciones, favorecía el momento. Era un hombre bien formado en todos los sentidos; nada había que imaginarse puesto que todo estaba a la vista y obtenía una óptima calificación.

Accedió a que le hiciera unas fotos en posiciones y lugares diferentes. Después, se sentaron en una oquedad que las olas habían labrado en las rocas de la orilla. Penetraba el sol y estaba a resguardo de la curiosidad, al menos a media distancia. Comenzaron a hablar de cosas nimias pero las miradas, cada vez eran más elocuentes. Poco a poco fueron juntándose hasta acabar abrazados y besándose con desatada furia. Sus manos no perdieron el tiempo. Los sexos respectivos, acabaron siendo explorados en cada milímetro de piel. El extraño, poseía un miembro que, presa de la excitación y el masaje aplicado, se mostraba desafiante y retador. Golosamente, fue saboreada la polla intrusa en toda su extensión con verdadera glotonería, y sus testículos, introducidos en la boca en un intento de extraer su jugo por canales alternativos.

Con voz trémula, y la boca libre, el bañista le pidió se diera la vuelta para poder corresponder y saciar a su vez su ansia devoradora. Ambos, parecía como si, a través del sexo ajeno, quisieran saciar su sed desesperada de vida. El extraño, se había mantenido en todo momento de espaldas a la arena y así siguió cuando cambiando de posición su oponente, le cabalgó. Su lubricado pene, se movía a impulsos de la sangre que inyectaba su corazón. Con suavidad, cerrando los ojos y guiándola con su mano,fue introduciendo su polla poco a poco hasta rozar piel con piel. Solo sus testículos daban fe de que oculto se hallaba el resto.

Sin permitirle salir ni un ápice, los movimientos fueron aumentado en ritmo e intensidad. Los jadeos y falta de aire, anunciaban el inminente final de la batalla. Alcanzaron el clímax al unísono apretando sus cuerpos en un intento desesperado de penetración profunda y prolongada.

Ya laxos, el mar les sirvió de bañera improvisada. Ha sido un placer. El placer ha sido mío. ¿Te volveré a ver?. Quizá si vuelves a menudo. Un beso, selló el pacto de reencuentro.