Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 29 de marzo de 2009

Bajo las sábanas


En la vida, como en el amor, a veces suceden cosas que no se había previsto que ocurrieran. Esta es una de ellas. Y aún no tengo claro si fue un sueño, producto de alguna copa de más, o una feliz coincidencia.

La tele no me satisfacía y en los ojos se me habían incrustado granos de arena. Opté por replegar velas e irme a la cama. No se si medio o completamente amodorrado ya, recibí un mensaje de mi amada esposa deseándome las buenas noches. Como soy muy cumplido, contesté con palabras amorosas llenas de pasión y así iniciamos un tuya mía que amenazaba con hacer saltar los plomos.

Al siguiente mensaje, me dije, le pido que me llame. No puedo comprender donde radica esa telepatía entre ambos. Pero a los pocos segundos de pensarlo, sonó el timbre del teléfono. ¡Oh cielos! ¿Cómo ha podido saber que se lo iba a pedir?.

Hay coincidenias múltiples que llevan a pensar donde está ese hilo de Ariadna (¿qué será eso?) que hace a dos personas tener y sentir los mismos deseos o pensamientos. Se han dado tantas coincidencias, que tal parece hubiera alguien entre bambalinas manejando el citado hilo. No tendría inconveniente en invitarle -al invisible- a una barbacoa un día de estos en muestra de agradecimiento. (De paso le pediría que, a la próxima vez, la conferencia fuera en directo).