Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 15 de abril de 2009

Si......

hay que escribir se escribe, pero con fundamento porque escribir pa ná, es tonteria. Llevo unos días sin darle a la tecla y parece que no siento ningún interés en hacerlo. Me falta chispa para encontrar aventis que contar. Astenia primaveral o la prima Vera que me hace perder el oremus y la inspiración. Así, no llegaremos a ninguna parte.

Y es que le estoy encontrando el buen sabor a esto de estar sin hacer nada. Y nada significa eso, NADA. Hace unos días me encontré con la mujer de mi primo, el del viaje a Santiago, y me preguntó que qué hacía. Nada, el vago. Luego nos vimos los tres y le dijo a él que yo estaba haciendo el vago. Como si el se matara a trabajar.

El aún trabaja a pesar de ser más viejo que yo. El perro se puso a mear en el jardín igual que las viejas. Me llamó la atención y se lo dije. Es que ya es abuelo, me replicó. Y me ha hecho pensar pues yo también soy abuelo. ¿Significará que yo cualquier día haré lo mismo? ¿mear como las abuelas? Harto difícil lo tengo salvo que lleve faldas y lleve el santuario libre y con ventilación asistida.

Porque sacarse la flauta en medio de la calle pa mear en el jardín, a pesar de no tener ningún mérito, está penado y si te pillan los guardias, te rascan el bolsillo e igual te enchironan. Y es que hay que tener cuidado con la justicia. Desde que han perdido el oremus y la vergüenza, igual te sueltan; como al asesino de Mariluz o al que puso tibio al pobre Moreno. Pero por mear o darle un guantazo al nene, que seguro se merecía una jartá de ellos el pequeño hijoputa, te meten a hacer exámen de conciencia una temporada.

Y es que no se puede poner a la zorra a guardar el gallinero. Así pasa lo que pasa. Que los políticos inmorales e indecentes, para sonrojo y escarnio de la ciudadanía, pretender dar lecciones de moralidad mandando a un ministro gilipollas a su casa por ir a cazar venados sin licencia. Sin salir del parlamento, hubiera cumplido con creces su afición. Y sin pegar un tiro.

Años ha, cuando la cárcel de Zuera estaba acabada y vacía, le comenté a un pariente, a la sazón concejal y diputado en la DPT, que yo la llenaba echando leches. Comprendió enseguida mi insinuación. El poblema es que sigo pensando lo mismo.