Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

sábado, 25 de abril de 2009

ingenio o pillería


Como ya tengo escrito, la sede de Jefatura se ubicaba en la Avd. de Jacinto Benavente, junto al viejo cauce de Turia. En las proximidades, se hallaba el economato que el E.A. tenía para sus miembros. Precios ventajosos como no podía ser menos sobre todo para el jefe. Allí estaban también las cocheras donde se estacionaban los vehículos oficiales usados por el general.

Un día, tuve que ir o bien de visita o a recoger algún género. Como es normal, había soldados tanto de guardia (PA), almacenistas o mecánicos. Justo enfrente, uno de estos vigilantes, había aparcado su coche. Y llegó un vehículo a salir o a aparcar detrás suyo (tanto da para el resultado del relato y el hecho que lo motiva).

El caso es que, este auto, rompió uno de los pilotos traseros del coche del soldado por lo que inmediatamente llamó la atención al conductor. Este se disculpó y ofreció al soldado diez duros para que cambiara el piloto roto por otro nuevo. Canje aceptado.

Pero nada más marcharse, ingeniaron el colocar el piloto roto en su lugar para tratar de sacarle la pasta al próximo pringao que llegara y se le ocurriera tocarlo aparcando. Todos expectantes en espera de acontecimientos. Y todo ocurrió según lo previsto. El mirlo blanco, "rompió" de nuevo el piloto con el consiguiente escándalo y lamento de su propietario y las risas contenidas del resto de truhanes que observaban la escena.

Tras pedir escusas por el desaguisado, el conductor soltó otros diez duros por la torpeza cometida. Y ahora que pienso, me surge la duda: ¿no tendrían aquellos granujas ensayado el truco para obtener pingües beneficios de la torpeza ajena?. Me temo que me quedaré con ella por toda la eternidad.