Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 7 de junio de 2009

La rana Gustavo

Este rosal lleva esperando muchos años

Los ajos, Camino de madurar

Platero, sesteando

Amanece en san Ginés. Son las 6.30 de la mañana

Bethoven, me mira pacíficamente

En estos días de estancia en el pueblo, me he convertido en un reportero muy dicharachero. No tanto como la rana Gustavo pero casi. Cámara en ristre, a todo lo que se menea le tiro una foto.

No puedo poner aquí todas las fotos, pero sí alguna especial. En el mes de febrero planté los ajos para mis padres. Hice las fotos correspondientes aunque no sé andeandarán. Pero ahora expongo a los ajos en su plenitud dispuestos para su recolección a finales de mes. Por san Pedro. Fuí con el tío y los regamos con el motor vaciando el pozo. Ahora es cuando engordan y no les puede faltar agua. El cielo se muestra remiso a regarlos y hay que ayudarles. La cosecha de cereal iba muy bien, pero la sequía podría dar al traste con ella.

Una mañana temprano me levanté al salir el sol y me fuí a sulfatar zarzas. Las fincas se han quedado yermas y estos arbustos se están adueñando de ellas. También hube de vérmelas con unos grifos reticentes a dejar de gotear. Aquí la cosa se me complicó. La llave de entrada del agua se jodió, el manguito también y al final mandé a cascala los grifos y monté un monomando. No sé como no se me escurrió antes. Ahora es una gozada.

Los rosales, otra gozada. Qué hermosura de flores. Y me fuí a fotografiar a Platero, al cual lo había visto al pasar por el Camino. No se inmutó aunque no se puede uno fiar; igual te suelta un par de coces y te pilla los eggs. Fue sorpresa encontrarme allí a Bethoven.(Yo genéricamente, a los de esta raza, les llamo a todos así). Alguien le hizo una foto en Ródenas y la mandó a un concurso en la capital. Y lo ganó. 100.000 pelas. Pero a el, no le llegó ni un hueso.

Y cuando íbamos mi padre y yo a regar los ajos, una buitrada incesante planeando sobre nosotros aterrizaba un poco más lejos; 200 metros escasos. Él se maravilló al verlos planear uno tras otro. Nunca había visto una cosa igual. Al dueño del perro le pregunté si habían tirado algo y me confirmó la muerte de una oveja a la cual habían arrojado allí donde los buitres se posaban. Estos animales, parece mentira se enteren a cientos de kilométros de la existencia de carroña.

Esta vez, he tenido suerte. El cabrón de "lindo pulgoso", no se ha meado en las ruedas del coche.