
Me encontraba en el andén de la estación de Rüsselsheim esperando el tren que nos llevaría a Bochum cuando, con gran apuro, sentí necesidad imperiosa de ir al servicio.
Abandoné la maleta a su suerte. Tardé lo imprescindible, pero al volver, todos los viajeros habían desaparecido. El tren, lo supe sin verlo, había pasado, y yo, me había quedado en tierra.
Bueno, no solo yo. Mi maleta también se hallaba solitaria en el andén. Recién llegado a Alemania, no perdí la calma; subí al siguiente tren y me sobró tiempo para tomar el enlace a mi destino.
Entrada a la fábrica Opel
