Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

jueves, 9 de julio de 2009

El retonno

Arnedillo visto desde las pozas


Una vez cubiertas las etapas y visitado los lugares previstos (más o menos), aún me quedaba un último objetivo: visitar Arnedillo y sus manantiales ardientes.

Me habló de ellos hace tiempo, un compañero del curro. El iba a visitarlos. Así que busqué en el mapa su situación y ¡hala! amos a ver que hay por allí. Se pasa previamente por Arnedo, pero de largo. Una vez llegado al pueblo, te surgen las preguntas: ¿dónde estarán? ¿por dónde se irá?. Hay un aparcamiento holgado -y vacío- a la entrada del pueblo.

Pregunté a un señor que viajaba en una autocaravana alli aparcada y me envió a la salida del pueblo, hacia el balneario. Sí pero no. Una vez más, hube de recular. Pero a la segunda, tuve más suerte. Seguí indicaciones y me adentré en un sendero que pasa por los huertos camino del río. Un señor, amablemente, no solo me informó de que allí estaban las pozas sino que también "había una mujer joven en pelota picada". "Será hipi o algo así".

Y era cierto. Con toda naturalidad, nos enseñaba el felpudo, como si no existiéramos. En justa compensación, el veterano ni se inmutó. Al otro lado del riachuelo, pues llamarle río sería desconcertar a quienes lo desconocen, también había más "pelotaris" de ambos sexos. Perro incluido.

Las pozas, en el orden de salida del agua


Las pozas. El agua sale cristalina y bufando. La primera poza, ni la toqué. A la tercera, que en teoría está más fría. Agua a la rodilla, ideal para afeitarse. Imposible echarse largo cubriendo todo el cuerpo con el agua. Lo hice una vez, y casi me dá un telele. No sé que temperatura tendrá, pero es muy difícil de soportar aunque había quienes se sumergían incluso en la primera poza.

Vista a la inversa


Sin duda es ideal para quienes padezcan de reúmas y demás dolencias parecidas. ¿El único inconveniente? Que hay que desplazarse. Para los que tengan tiempo y algo de dinero, está al lado el balneario con todos los barros y comodidades. Y eso que muchos de los visitantes que vinieron estando yo, eran clientes del mismo.

Una fachada florida


Me dí una vuelta por el pueblo. Compré unas botellas de vino (cosa que no debe hacerse, pues es donde más caro y peor suele resultar: en la zona productora). Y después de una frugal colación, dí por finalizada la escursión. Loados sean el Señor Santiago y santo Domingo.

Por cierto, que malahe soy. El río se llama Cidacos.