Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 15 de julio de 2009

Tienes un emilio

Días atrás, escuché en la radio que una forma de eliminar los remordimientos por acciones u omisiones cometidas anteriormente, era escribirse una carta a uno mismo perdonándose por aquellos actos.

La verdad es que me autoanalicé y encontré pecadillos veniales que podría mostrar aquí pero que no me quitaban el sueño ni la tranquilidad; por ello, decidí que no valía la pena gastar dinero en un franqueo inútil.

Y es que el dilema es: ¿cuento aquí que cuando era monaguillo (antes que fraile, todo hay que decirlo) le guindaba las hostias -sin consagrar ¿eh?- al cura, y que de vez en cuando caía algún chaparrazo de vinillo de consagrar?

¿O que una vez le afanamos a la tía sastra un par de huevos -de gallina- para comprarle al tío Moro un melón cuando se iba ya para Villafranca?

¿O que una vez, mientras estaban en el bar, les ordeñamos las cabras a unos cuantos matrimonios y desayunamos todos en casa de la tía Carmen, con galletas y todo? Eran las fiestas de san Blas, y se habían pasado toda la noche de juerga en el bar.

Podría seguir contando cosillas sin importancia, anécdotas, porque los grandes pecados o los grandes errores, no me los voy a perdonar ni aunque me mande un emilio. Por eso ¿para qué contarlos?
enviado martes, 03 de octubre de 2006 22:17 por WARRIORV