Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Casi todo sigue igual



En el pueblo, cuando yo estaba en edad de ratear cosas de los campos, fruta sobre todo, siempre le dábamos un tiento antes de que madurara. Se llevaba en la sangre. Nunca arramblar con todo, solo una prueba, que como solía estar verde, no se repetía; pues los dueños, ojo avizor, se llevaban la fruta antes de que desapareciera. Aún recuerdo unos albaricoques que estaban a pie de calleja y que, yo al menos, no tuve nunca huevos de tocarlos pues era mayor el miedo que me generaba el tío Pepe el gordo, que la tentación de la fruta.

Una prueba de la falta de honestidad de mis "compañeros" de aquel entonces fue que, teniendo mis padres un melocotonero y al ser las fiestas del Rosario, nos vendieron para hacer ponche algún kilo de ellos. Los traidores y chorizos, o sea, mis colegas ladrones, robaron los mejores frutos que aún estaban en el árbol esperando su sazón. ¡Qué kabrones!

Pero parece ser que la raza aún pervive. Este año, un peral que subsiste a trancas y barrancas, tenía alguna pera. Mi madre, lo regaba para que saliera adelante. El hijoputa de turno, todas las peras que estaban a mano, las robó.

Junto a el, hay un melocotonero en la misma ubicación del anteriormente mencionado. Está que las ramas se parten de fruta roja pero aún no madura. ¿Ocurrirá que el kabrón robaperas, a sabiendas de que también hay muchos y buenos melocotones, nos impedirá siquiera saborearlos?. Me jodería un huevo tener que ver su foto para recordar los que había y lo buenos que hubieran estado. No descarto inyectar raticida en alguno de ellos para que, al menos, le den unos retorcijones de tripa.

Y es que antes, sino de disculpa, si se podría alegar algo de necesidad o juventud (no ociosa, precisamente). Pero que ahora, cuando nadie pasa hambre ni necesidad de nada, aún perduren los robaperas o chorizos de tres al cuarto, da grima o ganas de patearles los cojones.

Debido a la altura, pocos años llega a madurar la flor. De ahí que haya pocos frutales , pero cuando no se hiela la flor, los frutos son muy buenos.

Hemos tenido que quitar la fruta del árbol pues el hijoputa de turno ya los había empezado a madurar por su cuenta