Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

lunes, 2 de noviembre de 2009

¿Dónde está?

Aquella tarde, como todos los días, las dos hermanas tomaron el camino asfaltado hacia Almohaja en su paseo diario. A pesar de ser mayores y de la sordera, no dejaban de darle a la húmeda sobre los temas que les interesaban o preocupaban. La mayor, 90 años, utilizaba un garrote o gayato para apoyarse.

Llegaron hasta El Navazo, dando vista ya al vecino pueblo y dieron la vuelta. A la altura del Paso Miguelón del antiguo ferrocarril minero, salieron del camino y fueron a recoger estepas secas para el fuego. Un acto reflejo que no solo ellas practicaban; yo mismo en mis salidas al campo, a veces también hago lo mismo.

Enfenecidas en la labor de la recogida y más aún, en su capacidad de poder transportarla en sus brazos, la mayor olvidó el garrote. De vuelta al pueblo, comentó el olvido con su hermana diciéndole que regresaba a por el. Ésta, le desaconsejó lo hiciera pues ya atardecía y se le haría de noche. Mañana lo recojerás.

No atendió consejos y se fué. La última persona que la vió, dijo que bajaba por El Llano, por la fuente del Arcillero. Dada la alarma de su desaparición, aquella misma noche se movilizaron los vecinos y Guardia Civil. Batieron el terreno y al otro día, la buscaron hasta con helicópteros. Todo resultó infructuoso. No se ha vuelto a saber de ella nada en absoluto. La hipótesis generalizada es que algún vehículo la atropelló -aunque los civiles no hallaron ningún indicio de ello, ni fue visto vehículo alguno- y por el motivo que fuera, en vez de socorrerla, la cargó al mismo y con posterioridad se deshizo del cadáver, o la mató, en algún desconocido lugar.

Me viene a la memoria este hecho porque, buscando rebollones, me acordé de la desaparición y del comentario popular que circuló entonces: "alguien, cazando o buscando rebollones, se la encontrará algún día". No ha sido así. Y aunque me hubiera dado un gran susto hallar su cadáver, por otro lado pensaba que la familia se merece dejar de sufrir y tenerla localizada, aunque sea muerta. Cosa de la que ya nadie duda.