Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Maestro, me uno a tu dolor

"Disculpen las últimas idas y venidas sin previo aviso, pero éstos han sido para mí días muy difíciles. Ha muerto Manuela Trujillo, mi esposa y compañera, y ello ha supuesto la experiencia más dura y devastadora de mi vida. Permítanme que utilice este espacio para dar las gracias, de todo corazón, a los cientos de personas que me han hecho llegar su cariño y su apoyo. Y permítanme asimismo incidir sobre dos asuntos de interés general que han ocupado mi conciencia y mi entendimiento durante las últimas jornadas.

En primer lugar, debo romper aquí otra lanza por la sanidad pública y sus profesionales. Es imposible imaginar cómo podría sostenerse la estabilidad e integración social de Aragón y el resto de España sin el actual sistema de salud; un sistema que no sólo es universal y gratuito sino que exhibe un alto nivel técnico, científico y humano. Hemos de defenderlo con uñas y dientes, pues tiene poderosos enemigos.

En segundo lugar, he de traer a colación un tema todavía más complejo pero fundamental: el inalienable derecho a morir con dignidad; es decir, a la eutanasia. A las personas civilizadas se nos hace muy difícil digerir que cuando una enfermedad incurable ha sido diagnosticada sin margen de error, quien la sufre deba soportar aún (carente de toda esperanza) un largo calvario durante el cual los médicos no pueden ir más allá de una sedación ligera que atenúe el sufrimiento... pero sin provocar la parada cardiorrespiratoria. Es absurdo y cruel.

En España se combate poco y mal el dolor (nuestro consumo de mórficos es bajísimo) y se abordan con inauditas precauciones y protocolos los cuidados paliativos. Dicen que ello se debe a prejuicios culturales. ¿Culturales? No: religiosos e ideológicos. La Santa Madre Iglesia se recrea en la angustia de las agonías prolongadas. Sólo faltó el incidente del Hospital de Leganés (donde el aguirrismo y la extrema derecha mediática exhibieron su horrenda catadura moral) para amedrentar a los médicos más compasivos. Espero sin embargo que los seres humanos sepamos poner fin a tan inaceptable situación. Ése será desde ahora uno de mis mayores empeños. Se lo debo a ella".


04/12/2009 JOSÉ LUIS Trasobares


Maestro: Te había echado de menos ignorando el motivo de tu ausencia. Créeme si te digo que, aunque suene a palabra huera, comparto tu dolor. Este medio nos acerca tanto, que aún sin conocernos personalmente, hace que poco a poco vayamos formando una familia, que aunque virtual, comparte las alegrías y las penas de sus miembros. Un fuerte abrazo, amigo


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