Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Tenderas


Casi todo y casi siempre compramos en supermercados o hipermercados tanto alimentación, el mayor gasto, como limpieza, etc. Las experiencias que tengo de las tiendas pequeñas, no avalan que me decante por ellas masivamente. Se critica, y con razón, por parte de los agricultores a las grandes superficies que multiplican de manera escandalosa los precios de la fruta y otros productos del campo. Estoy de acuerdo con ellos. En algunos, el género es magnífico, pero solo para ricos.

Sin embargo, encuentro una ventaja en la compra respecto de los minoristas o tiendas pequeñas: que puedes elegir el género que quieres y no te la pegan dándote gato por liebre. Este otoño, en una frutería a la que iba con frecuencia a comprar, me endiñaron dos kilos de melocotones que fueron directamente a la basura. Y por deducción, quienes compraran de los mismos que yo, sufrirían la misma estafa. Me quejé con posterioridad, cuando la fruta ya estaba desechada, pero con eso me quedé. No pidieron ni perdón, como para compensarme.

Hace años, en otra tienda del barrio, quise comprar manzanas golden para mi suegra. Por favor, de las amarillas que sino no las quiere. La zorra de la tendera, no me hizo ni puto caso. Pues para usted, no las quiero, y me largué. No había vuelto a entrar. Pero la semana pasada, me habían apetecido las peras de roma y en el super no había. Tampoco nada que me satisfaciera. Y a regañadientes conmigo mismo, y en vista de que el marido -supongo- también estaba, volví a entrar.

Nada más entrar, a la derecha, tenían una cajas de naranjas grandes 2K/2€. A mi la fruta, me entra por los ojos y como sí que habían peras de roma, me dije: no seas gilipollas y te dediques a dar vueltas por ahí. Compra. Eso hice, con tan mala suerte que me tocó otra vez la zorra de la mujer. Póngame dos kilos de esas naranjas. No salió del mostrador. De una caja que no estaba a la vista y directamente a la bolsa puso las naranjas. Luego las tapó con el resto de la compra: esquerola, tomates, peras y lechugas.

Al sacar en casa la fruta, comprobé que las naranjas que me había endiñado la muy arpía, no eran como las que ofertaban sino cagarrutas. Me cagué en sus muertos y ahora sí, no volveré a comprar en esa tienda. Nunca.

Esta mañana. Tienda de las olivas. Otra bruja. Póngame un cazo pequeño de esas olivas. El grande. Quería el pequeño. Ni caso. La madre que la parió. También le he echado la bendición. Luego está el tema precios. Casi todos los géneros están sin precios. O preguntas o te engañan. En ambos casos. Un hombre ha entrado y ha preguntado por las castañas pilongas. ¿Cuánto cuestan?. Silencio. Vuelta a preguntar. Doce euros y pico el kilo. Se ha marchado sin nada.

Es el sino de comprar esporádicamente en las tiendas pequeñas o en los puestos del mercado. Por delante te lo ponen bonito y cuando te sirven, te joden. Y más, sino eres cliente habitual. Pues que les vayan dando. Que el dinero es igual de válido. Podrá estar podrido o corrompido, pero no se nota.

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