Mi señor padre ha sido un hortelano extraordinario mientras ha podido trabajar. Una vez se jubiló, le pegaban fuego en la ciudad en cuanto llegaba la primavera.Tanto porque le gustaba como porque de esa forma se liberaba, por unas horas, de la presencia del sargento furriel.
Tenemos una finca, hoy yerma, ideal para estos menesteres con el único inconveniente de las heladas tardías que raro es el año que no joden algo o todo. Eso sin contar con alguna bendición del cielo en forma de pedregada. Antes de iniciar mi travesía del desierto, hicimos tres pozos. Dos, que en realidad son uno, con agua sobrada para regar toda la suerte.
Nos ha suministrado de todo a los "ciudadanos". Ajos, cebollas, tomates, patatas, judía verdes y secas, etc, etc, etc. Cuando alguna vez iba al pueblo y no quería alguna verdura, se enfadaban cantidad. Y es que no es lo mismo una mata de borraja o acelga recién cogida, que uno o dos dias después. Yo trataba en vano de explicarles esta circunstancia.
Esto viene a cuento porque esta mañana he comprado judía verdes en el mercadillo de al lado de casa de mis padres. Vivo en una zona "nueva" en la que los mercadillos de siempre no existen. Y para comprar son los mejores y más baratos. El trato con los tenderos, la proximidad de la mercancia, tienen sus ventajas sobre las grandes superficies que hay en mi barrio.
Como decía, al comprar las judías he establecido un diálogo con la frutera-verdulera, dicho con la mejor intención, sobre las variedades de las mismas. Tenía unas con la vaina moteada de rojo que en el pueblo les llamamos de corbella y son buenísimas. Mucho mejor que las elda esas que nos traen de Marruecos. Me ha dicho su nombre: raro, raro, raro. Luego las de manteca, que son las que yo he comprado. Pero lo que me ha llamado la atención es que me ha dicho: "puedes llamarlas como quieras, que no te contestarán". Jajajajajajaja, que jodía, y con sentido del humor.
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