Como no podía ser menos y emulando a los miles de ciudadanos dispuestos a hacer ricos a unos pocos a nuestra costa, decidí que debía comprarme "algo" en la playa. Después de mirar en Internet o in situ varias ofertas, vi que se cumplía aquello de que "lo que quiero no me dan y lo que me dan no quiero". O sea, lo que merecía la pena por ubicación, calidad y espacio, tenía un precio inalcanzable. Como ahora; como siempre. Y lo que no, también.
Hasta que nos ofrecieron algo que, en su momento, estaba bastante bien y lo compré. Pero la felicidad nunca viene sola. Eran, son, tres unifamiliares que solo tienen en común la antena de la TV. Los vecinos del medio, ya vivían allí cuando nosotros fuimos. Días después, otras personas, compraron el que quedaba. También viven fijos allí.
Bueno, pues el galápago del medio, antes de poder, hizo virguerías (él no, no sabe) con la toma de la electricidad que casi le cuesta la licencia al instalador.
Pero de mente estrecha o ruin, el miserable (en la intimidad le llamo otra cosa), nos quitó a las otras viviendas la señal de TV, con lo cual, no la veíamos. Los otros vecinos, menos guerreros o más prudentes, se pusieron una antena nueva en su casa. Pero yo, no me conformé. Además, el armario de la antena, está en mi propiedad (y la antena, en su terrado).
Como él era el único que tenía llave del citado armario, alguien, mandado suyo, lo manipuló. Conseguí que lo abriera y en el colmo de la caradura me dijo que estaba así de obra y pretendió cobrarme por el amplificador (aduciendo que lo había puesto él). Llamé al constructor y le emplacé inmediatamente para pedirle explicaciones. Y vino y me las dió, vaya que sí.
Así, me enteré que el vehí del medio, era un sinvergüenza, y su mujer, más. Un par de gilipollas inútiles que los padres habían creado a pulso. (Contentos, supongo).
Como he dicho antes, nos había quitado las conexiones a las otras dos viviendas, quitado aparatos de la instalación y había dejado el amplificador para uso exclusivo de su casa. El constructor dejó todo otra vez recién instalado y funcionando; pues le amenacé con denunciarlos a ambos por el estado de la instalación.
La que tuvimos en la entrada de las viviendas, fue épica. El fulano negando la evidencia. Yo, acusándole y amenazando con denuncia si volvía a las andadas. Hubo hasta para los otros vecinos. Los muy inútiles, encima de jodidos no fueron capaces de enfrentarse a ellos, y mi santa, les llamó chaqueteros ya que por la mañana habían estado poniéndolos a caer de un burro las dos vecinas. La tuve que meter -a mi santa- a casa acojonado, pues se le calentó la boca y temí que le llamara algo gordo y aquello se nos fuera de las manos. El julai pretendió entrar a mi porche en plan amenaza y lo eché fuera con cajas destempladas.
Lo cojonudo es que yo, que soy un inútil, arreglé la puerta de entrada a casa con adornos de forja soldados y les gustó a los otros. Compré, soldé,invertí mi tiempo y mi dinero, máquinas y pintura. Me vino justo para que me pagaran la forja, el resto, lo puse gratis. Y después de este drama llegué a la conclusión de que:"quien da pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro".
¡Ah!, y no he vuelto a saludar a ninguno de ellos.
enviado viernes, 19 de octubre de 2007 18:08 por WARRIORV
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