Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 6 de enero de 2010

Felicitación navideña atípica.

Que la Navidad te sea leve y el 2010 propicio. Tiempo hace que no hablamos y no sé ni cómo respiras ni cuántas veces habrás vuelto sobre los temas de siempre. Antes te leía alguna que otra vez, pero ahora evito los periódicos. Leer solo uno es nocivo para el equilibrio personal, pues desorienta y confunde; y leer varios supone una pérdida de tiempo. Yo, por mi parte, estoy recuperando a marchas forzadas algunos aspectos de mi formación, que consideraba olvidados, y ciertos rasgos de mi inclinación natural, que creía dominados. Y aquí me tienes, puesto ya un pie en el estribo, tal y como Ramón Valle vio a su Marqués de Bradomín: feo, católico y sentimental. Feo, porque siempre lo fui sin remisión ni ambages; católico, por reacción a la laicidad pugnaz y revanchista que me abruma, y sentimental, como última manifestación de apego a ciertas creencias y hábitos, hoy cuestionados cuando no escarnecidos, pero no menos respetables que cualquier otros.

Tiene su aquel que un clericalismo de cerrado y sacristía haya sido sustituido por otro de partido y progresía. Puede decirse, en cierto sentido, que no se ha producido en España un auténtico cambio de mentalidad ni de actitud, sino solo una sustitución o alternancia: de un trágala por otro trágala. Pienso, por ello, que llevas razón --aunque me cueste dártela-- cuando dices que todo lo que la derecha española tiene de cerril la izquierda española lo tiene de sectaria. En suma: triste y sobado mediopelismo hispano. ¡Qué desvarío! España siempre se extravía justo cuando está a punto de encontrase a sí misma.

Pero a nada conduce dramatizar. Quizá fuese inevitable que sucediera así. A fin de cuentas, la historia española es siempre pendular, por lo que un extremismo convoca inexorable a otro extremismo de signo contrario e idéntico estrabismo. Es de esperar, no obstante, que el impulso del péndulo español se vaya aminorando con el paso del tiempo, de forma que las sucesivas reacciones sean cada vez más suaves y llevaderas. Aunque nosotros ya no lo veamos. (...) Abrazos, XXX".

JUAN-JOSÉ López Burniol

Post Nº:437