Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 24 de enero de 2010

Viajando...en el tiempo


Esta tarde, mientras reposaba en mi sillón bol, me han venido a la memoria imágenes de Alba desde el tren. Siempre a los pies de las muralla del castillo o lo que queda de ella, con la torre palomar de vigía. Quizá algo resguardada de los vientos del norte, aunque no se nota, y aguantando en la solana el sol inmisericorde del verano sin una sombra bajo la que güarecerse.

Hubo un tiempo en que Alba estaba muy vinculada a la familia. Los tíos y las primas hacían que de vez en cuando pasáramos por allí. Los viajes a Teruel o a Santa Eulalia tenían un principio o un final, o ambas cosas en el pueblo. Era una odisea ir al apeadero del tren o volver de el. Con una vega anegada e inservible excepto para llevar a pastar a las vacas, dula, rara vez existía un camino claro y enjuto. Las más de las veces, embarrado, con lo cual los zapatos quedaban hechos unos zorros.

En los viajes a Teruel, no se podía asomar la jeta por la ventanilla debido a la carbonilla. Y los hilos del telégrafo, hacían el efecto visual de cruzarse entre ellos. Con aquellas megavelocidades del Chispa o del Automotor el trayecto era de todo menos rápido. Aunque como todos se conocían, cascando se les pasaba en un santiamén. Daban un repaso a los conocidos e incidencias del momento con pelos y señales.

Cuando el tío fue alcalde, la tía me rogó fuera a hacerles la comida que celebraban para todo el ayuntamiento en su casa. Me pilló por el pueblo y fuí. Por la mañana subimos en romería al cerro de san Cristóbal y a la noche les preparé la cena. Merluza a la vasca entre otras cosas. La tía, más hueca que una culeca.

Hoy, con el tío y la prima desaparecidos, ya no nos une más que el recuerdo. La tía y la otra prima no viven allí, excepto la tía los meses de verano, pero ya no es igual. En el paso a nivel donde estaba el ahora inexistente apeadero, a dos hermanos gemelos que iban en un tractor, se los llevó por delante un tren TER. Arrastró cien metros al vehículo con el consiguiente resultado para ellos. Fué terrible.

Como cantaba José Feliciano: "Pueblo mío que estás en la colina, tendido como un viejo que se muere........". Como tantos otros, poco a poco. Solo recuperan algo de vitalidad cuando vuelven los viejos al verano, o definitivamente. Qué contradicción.

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