Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 5 de febrero de 2010

Niebla


Esta mañana salí temprano de casa. Había una niebla que se podía beber y cortar. Pretendía darme un paseo solitario por los lugares donde habitualmente suelo hacerlo. Pero hoy, me habían robado todo. El sol, las calles, los coches......todo. Aunque estos últimos enseguida he podido comprobar que estaban, existían, pero huían presurosos a esconderse entre la boira.

Poco a poco he comenzado a sentirme bien, en soledad, como a mi me gusta. Cuando caminas en un día despejado, de paseo o no, el ver la distancia que aún debes recorrer a veces te descorazona y amilana. "Con lo cansado que estoy y el cacho que aún me queda...". Y te tienta el dar la vuelta sino fuera porque a lo mejor, o a lo peor, volver sobre tus huellas significan muchos más pasos que seguir.

De críos, nos subíamos a la Piedra la Merienda en la falda de El Morrón y allí prendíamos fuego a una gavilla de estepas. Verdes, éramos incapaces de hacerles arder pero eso sí, preparaban una zorrera en la cual nos perdíamos. Nos servía de niebla artificial. Luego, al volver a casa, sino nos habían visto directamente desde el pueblo, nuestro olor delataba la evidencia: Peste a humadera, algún tizonazo negro en las piernas y las manos verdes y negras. "¿Dónde has estau que güeles a gitano?"

Me encanta el olor de la leña quemada. Me trasladan a aquellas tardes de invierno, calmadas y frías, cuando iba a recoger las ovejas que venían del monte traídas por el pastor, el tío Pedro. El humo salía de las chimeneas de las casas, lento, elevándose hacia el cielo, y el ambiente estaba impregnado del aroma de la leña quemada en lumbres o estufas. El enebro y la sabina, son dos de los árboles o arbustos cuya madera es de las más aromáticas que conozco.

Y así, sin darme cuenta, me he dado de bruces con el Ebro. Caudal inflado por las últimas lluvias y nevadas. Aguas presurosas, parecen tener prisa por llegar al mar. No saben la de trampas que les esperan hasta conseguir tocar un poco de sal. Quizá esa misma agua impetuosa la pueda volver a contemplar, ya amansada y haciendo el remolón, algún día por Benifallet o Amposta o quizá en el mismo Delta. Yo es posible que vuelva a la misma orilla del río; pero esa misma agua, es casi imposible que lo haga.




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