Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

lunes, 15 de marzo de 2010

El tercer ojo



Aunque alguien pudiera encadenar alguna idea escatológica al leer el enunciado anterior, nada tiene que ver con ello. En mis años jóvenes -y tant- existía una sala tipo cabaret llamada Oasis. Tras reformas, hoy debe seguir, pero con otro formato distinto. Con mis colegas, asistía al espectáculo nocturno después de salir del trabajo. Al otro día, estábamos muertos de sueño, pero antes morir que perder la vida.

Entre otros artistas, había una pareja muy famosa en la ciudad por ese motivo. Tanto, que se le ha dedicado a ella uno de los cabezudos que lucen su palmito en los Pilares y fiestas de guardar. La Pilara. Él, se llamaba Josele. Muy graciosa y picarona decía: " mi madre me advirtió, cuando salí de casa, que andara siempre con los ojos bien abiertos. Y desde entonces, eso he hecho".

Hecho este introito, al que yo quiero referirme es al que así denominan allá por la India y el Tibet. Hace años, cayó en mis manos un libro escrito por un presunto lama tibetano llamado T. Lobsang Rampa. Me gustó tanto, que fuí buscando nuevos libros suyos por las librerías. Sin duda eran entretenidos por lo misteriosos. Allí se mencionaba el tercer ojo espiritual, nada que ver con cualquiera otro físico.

Un libro, tiene que entretener y mantener en vilo hasta que lo acaba el lector. Si lo consigue, habra logrado su cometido sino, será un fracaso. Pero es que para lograrlo, ha de contarte lo que tu deseas "oir" con tus ojos. No importa quien lo haya escrito o que sea un impostor como en el caso del monje tibetano. Logró su objetivo: que lo leyéramos con interés buscando nuevos relatos a continuación.

Algo así me ocurrió con Caballo de Troya, de J. J. Benítez. Llegó a mis manos el tomo uno o el dos y me enganchó. Con el tomo cuatro, yo veía a Cristo según iba leyendo. Me "creía" lo que iba leyendo porque eso era lo que deseaba me contara el libro. Vivía aquella historia como si fuera real y yo estuviera presenciándola. Así, cuando Cristo le dice al viajero del tiempo "Sé bienvenido", todo mi ser deseaba que aquella historia fantástica e imaginaria, hubiera sido real.

Sin embargo, la ambición del escritor al prolongar la ficción en el quinto tomo, derrumbó todo el castillo de ilusiones y fantasias forjado en el tomo cuatro. Ya no lo terminé y acabé denostando al autor. La primera vez que ví escrita la palabra pixel, fue en esos libros.

Como bien decía la Pilara, "hay que ir siempre con los ojos bien abiertos". Sino, te la clavan.

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