Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

sábado, 27 de marzo de 2010

Olor a pólvora

Cuando fuí a la guerra, los veteranos que estaban a punto de licenciarse nos cantaban: " Adeu reclutes, que la máxima senva, a vore les falles, vestit de particular....". Por dos años consecutivos ví las fallas, pero no de particular (aunque tampoco de uniforme). Hasta hoy. Taitantos años después, he vuelto a participar y presenciar en directo de este magnífico espectáculo visual y acústico.

Me resulta difícil expresar un sentimiento ú opinión sobre algo que por sí mismo es mucho más que eso. De aquellos años juveniles recuerdo la mascletá que a las dos de la tarde atronaba la ciudad y que nunca presencié en directo por razones obvias. Pero se escuchaba con nitidez desde Jefatura, en Jacinto Benavente.

Cada falla está construida desde un concepto satírico y humorístico. Una pareja de ninots: la joven exhuberante y el anciano decrépito con una faba mustia en la mano. Por ello, más allá de la escultura en conjunto, que sin duda simboliza la intención del artista constructor, hay que leer los letreros que a pie de falla tienen los ninots. Los temas "internos" escapan a la comprensión de los visitantes foranos. Es lo que me ha pasado con algunos temas en varias fallas. Se referían a asuntos locales que escapan a nuestra comprensión.

Después de recorrer varias fallas, creo que casi todas, era obligado asistir a la mascletá, lo cual me ha permitido hacer tiempo y pasear por el pueblo. Me he dado cuenta de la gran cantidad de inmigrantes que hay, con velo y sin el. En una falla había una alegoría a las putas de fuera, que están convirtiendo al pueblo en su particular burdel. Y otra cosa que me llamó la atención fué la caja para los petardos que llevaban los críos en bandolera. Buena prevención para accidentes inoportunos.

En primera fila, fumando el humo de la pólvora aguanté la traca. Siempre hay temor a que algún petardo caiga a tierra y explote entre el gentío, mas cuando empieza la mascletá, te absorve y embriaga el estruendo continuado de las explosiones. Deseas más ruido y más potencia aunque los restos te caen sobre la cabeza. Poco más de cinco minutos que te dejan los oídos y el espíritu plenos de satisfacción.

Un petardo, si me coge desprevenido, me asusta. Una traca así, emborracha de ruido y olor a pólvora. Sin duda Las Fallas, son mucho más que un rato contado en unas pocas líneas comprimidas.

Benicarló, Marzo del 2010

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