Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Pequeños hijoputas




Si es que existen, pues el tamaño físico no creo que tenga nada que ver.

Me cuenta mi padre que había salido a pasear y dado que él ya está bastante disminuido, se sentó en un banco y mi madre siguió con el paseo. A la vuelta, y una vez reiniciado el camino de retorno a casa, un crío menor de diez años se puso a sus espaldas a imitarle haciendo burla. Cuando se dieron cuenta, el gran hijo de la gran puta, no solo se sintió avergonzado sino que les instaba a seguir llamándole sinvergüenza o algo así.

Mi padre tuvo la intención de si se acercaba darle un garrotazo. ¡Ni se le ocurra!. Hoy en día, las personas honradas están indefensas ante los delincuentes, sean pequeños hijoputas o hijos de la gran puta. Llegado el caso, los padres se lo hubieran comido y los jueces, crucificado. Muestras tenemos de ello. Y la conclusión es que esta sociedad está degenerando de una forma escandalosa.

Los padres, son el espejo donde se ven esos pequeños cabrones. Cuando yo tenía esa edad, a los viejos les teníamos miedo o respeto, que más dá. El resultado fué que jamás a ninguno le hacíamos burla, al menos en sus morros, so pena que nos rompieran los nuestros. Y ya nos guardaríamos de presentar quejas ante nuestros padres: la paliza estaba asegurada. Y con razón.




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