Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

"Pa tí nada, queres de fuera"

Esta es la última que hice, en el pueblo

Cada vez que mis padres se encuentran en el pueblo, si no hay causa mayor que lo impida, hacen o hacemos una paella con caracoles. Es de tradición, aunque esta manda sea con liebre lo cual ya es casi imposible de no comprarla pues el tío ya no está para virguerías. (Las recuerdo de cuando el abuelo vivía y eran antológicas. Cada vez vamos quedando menos de los de antes). Por supuesto participan el tío y su hija. El año pasado siguiendo la costumbre hicimos una paella que, como es normal, sobrepasaba con creces nuestra capacidad para consumirla y nuestro apetito.

Cuando ya la llevaba a casa para comer, la había hecho en el corral,  me crucé con nuestro vecino, periodista del diario "independiente" Heraldo de Aragón. El diario tiene la independencia en su domicilio,  sito en el Paseo de la Independencia de Zaragoza, nada más; pues si alguna vez fue independiente, hoy pertenece al más retrógrado de los grupos editoriales del país.

Cuando ya estábamos comiendo, le dije a mi madre en clave de humor: "llévele un plato de paella al vecino, y comerá en su mano". Y así lo hizo. Llenó con caramullo un plato, había dos personas, y se lo llevó. Su reacción fué decirle a su acompañante, aparte de dar las gracias, "pa tí nada, queres de fuera". Cuando mi madre lo contó, me partí de risa y ahora, en muchas ocasiones, empleo esa frase que me hizo tanta gracia.

Hasta aquí la anécdota que por otra parte es muy real cuando se emplea en plan serio y no jocoso. Al extraño, nada, todo para los de casa o los conocidos. Y tendría su máxima en aquel otro que también empleamos a menudo: "al enemigo, ni agua". Amén.