Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Lección magistral


¿Qué cosa es el diptongo? ¿Y el hiato?


¿No es el diptongo un acto asociativo

de corte conyugal y primitivo

que dos vocales pactan en contrato?

¿No es ese matrimonio de sonidos

cuya consumación se verifica

cuando la sinalefa autentifica

por su identidades a dos ruidos?

¿Por qué algunas vocales son autónomas,

exentas, soberanas,

y hay otras, sin embargo, más vicarias,

más dependientes, más subordinadas?

¿A qué reglas se ajusta el protocolo

de la pronunciación de dos vocales

que se hacen el amor, o se divorcian?

¿Cómo se dice?: ¿piorno o pi-orno?

¿Sexual, o sexu-al?

¿Es lo mismo el di-ablo que el diamante?

¿Es igual ¡Pobre diablo! que un di-ablo paupérrimo?...

¡Pobre!

¿A dónde viajaré, en veloz vi-aje?

¿Habrá más vi-ajeros que di-ablos?

¡Qué diablos!... Sólo digo tonterías.

Y es que el diptongo, a veces, no es diptongo,

porque nosotros mismos propiciamos

el retracto que quiebra sus enlaces, su nexo,

la intimidad creciente o decreciente

que gobierna el destino de su orgasmo.

Y hacemos el hiato

-aquí te pillo, aquí mismo te mato-

forzando e introduciendo pausa y aire

en la secuencia rítmica que rige

el tiempo del acento en el vocablo,

el ritmo del amor entre las letras.

Pero hay diptongos fuertes que no admiten

hiatos caprichosos de poetas.

Ahí hay una unión indisoluble,

una continuidad sin solución,

una pareja estable que se ama

eternamente en un fonema cierto.

Un diptongo es una sinalefa que se produce en el interior de una sílaba. Es una sinalefa tan lógica y tan inevitable para el sistema oral (la Lengua), que finalmente ha terminado por tomar carta de naturaleza como sílaba autónoma, como cláusula básica del cuerpo del lenguaje, perfeccionándose, materializándose en núcleo y unidad constitutiva del esqueleto de la palabra.

Si programásemos a un robot para que articulara el lenguaje, para que "hablara", produciendo y emitiendo por sí mismo una serie de sonidos similares a la voz humana, tendríamos que tener cuenta el fenómeno de los diptongos para que funcionara a la perfección y articulase el lenguaje de forma comprensible; tendríamos que establecer con toda seguridad los códigos exactos del procedimiento que consiguiese que el robot "pronunciara" correctamente tanto el diptongo como el hiato, en cada caso.

La voz humana, el sistema de fonación, es un traductor/amplificador de la tensión mental que se desarrolla en nuestro cerebro, tensión a la que conocemos con la denominación de "pensamiento".

El cerebro piensa, "escribe el guión", articula el pensamiento en oraciones, en esquemas, en sintagmas, y la laringe materializa estas estructuras en sonido. Lo que sale por la boca en forma de ruido es la tensión muda que habita el cerebro.

Se habla con el cerebro.

Y se escribe con el cerebro.

La métrica es el diccionario que nos ayuda a componer esa traducción del pensamiento.

Tierrafacio