Como la llama que lentamente se extingue por falta de oxígeno, así estoy yo. Pero tu, refugio que has sido de momentos gloriosos y no tanto, no deberías sufrir mis altibajos de moral o sentimientos. Escribir aquí, dejarte unos retazos de mis pesares o mis gozos, me cuesta un sinfín de contradicciones. He de confesar que me resulta más fácil hacerlo en tu ya sabes donde; preparar historias en las que evadirme y luego hacer como que me lo creo. No entiendo nada y yo ya me comprendo. Tu, aunque silencioso, siempre estás aquí, esperando ofrecerme la posibilidad de guardar los retazos y a veces girones que me ocurren. Decir que sufro, sería tanto como hacer un melodrama, pero tampoco puedo ser muy explícito, ya sabes que aquí puede entrar hasta el tonto de los cojones y sacarle pelos a una calavera. Es la servidumbre que hay que pagar.
En compensación, un día de estos te contaré un cuento.
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