Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 4 de marzo de 2011

Menos cuentos, Caperucita.

A mi nieta, le encantan los cuentos de princesas. En un cuaderno de colores, haylas varias y en el se trata de que aprenda a distinguirlos. Cada princesa tiene su nombre y color, bien en el pelo o el vestido. Y sí, ya distingue y sabe el nombre de cada color, al menos los básicos.

Puesto a contarle un cuento, de los de mi tiempo, me dispuse a relatarle el de mamá Cabra y los siete cabritillos. Haciendo la voz cambiante del lobo, como mandan los cánones, llegó un momento que me dijo: los lobos no hablan. En los cuentos sí, le respodí. Ya no me prestó ninguna atención y dio por cancelada la función.

Con estos precedentes ¿quién se atreve a contarle el de la gallina Marcelina?. Yo no, desde luego.