Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 8 de junio de 2011

WORDS


Acabo de terminar de leer un libro de Vargas Llosa titulado "La Fiesta del Chivo" y me han venido a la memoria las palabras dichas por otro escritor, Vázquez Figueroa, prolífico por cierto pero que nunca será premio Nobel: " no se trata de escribir un tocho de mil páginas que cuando lo terminas te preguntas si para decir eso era necesario meter tantas cosas inocuas", más o menos.

Pues eso me pasa a mi también a raíz de los concursos "literarios" que por la red pululan. Me quedo estupeflauto cuando leo los relatos premiados. No diré que son malos ni buenos, simplemente no daría un centavo por ellos, sinsustancia. Lo cual no me impele a decir que los mios harían mejor caldo. Yo soy lo que soy, pero aun distingo lo que me gusta de lo que no.

Bueno pues en el amor, es un decir, pasa lo mismo. No se trata de cacarear como una gallina una vez puesto el huevo o antes, sino de ponerlos en el sitio adecuado. Cuando le estás comiendo la lengua a tu amante amoros@, no te pones a gritar, porque no puedes ni quieres. Solo piensas en chuparle hasta llegar a sus amigdalas, en el supuesto que las tenga. Y en aspirar el aire de sus pulmones hasta dejarlos vacíos.

Y qué decir de sus tetas. Las manoseas como el panadero a la masa e intentas meterlas en tu boca aunque eso resulte imposible. Otras genialidades se te ocurrirán más tarde, avanzado el episodio amoroso. Cuando ya te encuentras pasado el monte de Venus y sus ensortijados arrabales, personalmente lo prefiero cuanto más poblado mejor, a lo más que llegas es a gruñir como un berraco sin decir una sarta de majaderías. Tu lengua está demasiado ocupada en otros menesteres más placenteros. Sobre todo para quien está recibiendo la conferencia que sin duda le placerá enormemente y deseará que se prolongue ad infinitum. Si logras llevarla al nirvana, apretará tu cabeza con fuerza queriendo meterte dentro por completo hasta que te pide sin resuello que pares, después de retorcerse y arquearse como el rabo seccionado de una lagartija.

O sea que hasta de ahora, no has necesitado la lengua para hablar; luego sobran los soliloquios o circunloquios más o menos académicos. Si eres tú el receptor de los halagos bucolinguales, en lo que menos piensas es en palabras rimbombantes y edulcoradas. Cierras los ojos y te vas recreando en la invasión que poco a poco te van haciendo, recreándote en ese placer inmenso que ello te proporciona. Solo mentalmente pides "más, más" al tiempo que tus manos animan a penetrar en profundidad hasta emular a Laura Lovelace o a cualquiera de sus seguidoras, que se cuentan a miles. Si se toma un respiro, llenar su boca con tus mochilas, puede ser y es gratificante. Si comienzas a sentir que por el espinazo baja la señal de apertura de esclusas, te estiras y envaras para manifestarlo. Cuando con voracidad eres devorado y tu alma traspasada en una explosión de la fuente de la vida, te relajas pensando en el doble placer del cual has sido protagonista en primera persona en un acto personal e intransferible: el que tú has sentido y el que has transmitido en el momento de llenar su boca. Es ahora cuando te inunda la lujuria acumulada y lejos de exclamar palabras azucaradas, te sale de lo más hondo la palabra que encierra lo peor y lo mejor según el momento en que es pronunciada, y que ambos sabéis el discurso inmenso que encierra. Ese orgasmo mental al recibir el licor de vida, fuertemente deseado y con ahinco buscado, solo pueden experimentarlo los privilegiados. Ambos. Un beso, compartiendo, sellará la alianza para el futuro.

Si habéis pasado directamente a la ocupación de espacios que se mueren porque así sea, sin más preámbulos, lo mejor es buscar una posición ideal de descanso mutuo e insertar, sin que quede nada para empujar, la chilindrina. Una posición ideal sería de costado atacando por detrás. Con los ojos de la misma, vas investigando y viendo aquella oscura oquedad al tiempo que sientes que se te queda pequeña para llenar ese bocadillo: poco chorizo para tanto pan. Cuando estás a punto de finalizar el viaje, las contracciones sobre tí en un intento de exprimir lo más posible el zumo acumulado, serán la recompensa para ambos de coincidencia entre propósitos y realidades. Si a tu compi lo que le mola es montar al burro, que eres tú, déjala que se dé vida. Se autocomplacerá buscando el mayor roce posible intentando que todo llene su mojada alcoba. Será otro momento para recordar cuando alcance el nirvana como en una película muda.

Y por fin, aunque las posibilidades son enormes, queda el íntimo deseo de ocupar espacios alternativos. Aquí es donde más se deben dar la coincidencia de opiniones y deseos. Todo tiene se recompensa y esta alternativa también. La sensación de llenar y ser llenad@ debe ir acompañada del deseo lujurioso, íntimo y bestial por realizarlo. Sin ellos, no solo en este acto sino en todos, la cosa carece de interés, puede convertirse en algo monótomo y vulgar sin aliciente ni emoción. El acto de ocupar y ser ocupad@, debe ir acompañado del doble sentimiento de sentir la participación del amante, lo que siente en ese momento y en un intercambio de roles, creerte que eres tú quien realiza la acción por el/ella acometida o recibida.

Y así,  haciendo gala de que no es lo mismo predicar que dar trigo, se puede decir que tienes ganas de follar echando un polvo de leyenda o soltar un rollazo de la ostia. Yo soy partidario de las distancias cortas y los polvos largos y en silencio. De dejar que hablen los cuerpos.