Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 8 de julio de 2011

CRÓNICAS DE GUERRA



MAQUIS
Habían salido de Jaca donde tenían el cuartel, hacia Rioseta en el Pirineo oscense con el fin de interceptar guerrilleros provenientes de Francia. No estaba muy claro quien temía más un encuentro si los maquis o los soldados.
Estaban por la noche acampados en el monte, en una vaguada, y a unos 150 metros tenían un vigilante que, de madrugada, se puso a tirar tiros “a bulto”. El cabo, mi padre, acudió raudo a ver que pasaba. Al teniente le molestó lo levantaran de la cama a esas horas, estimando que al soldado le había entrado canguelo y se había liado a tiros.
A la mañana siguiente, comprobaron como en tierra habían quedado un macuto con provisiones, un viejo pistolón y rastros de sangre. Posteriormente al soldado de guardia, que casi acaba en el calabozo, lo condecoraron. El guerrillero, quizá acabó muerto.

PARADOJA
En el cementerio del pueblo de mi santa, hay una tumba a la cual denominan “del soldado desconocido”. No, no es una alegoría. En ella reposan los restos de un soldado, sin papeles ni historia, muerto y enterrado en el lugar.
En alguna parte, fosa común o cuneta desconocidas, reposa el cuerpo de un tío-abuelo suyo que se esfumó en aquellos años de sacas y desapariciones forzadas. Nunca se ha vuelto a tener noticia sobre él.

OLVIDO
Al lado de la antigua carretera de Daroca a Gallocanta, había una edificación o refugio para viajeros y labradores. Procedentes de las correrías nocturnas por los pueblos limítrofes, las alimañas humanas iban a acabar allí su orgía de crimen y sangre. Todos los prisioneros eran asesinados sin miramientos.
Los niños y jóvenes del pueblo de al lado, Valdehorna, contemplaban en su visita llena de curiosidad inocente, los restos escritos en las paredes del edificio. Años más tarde el dueño de la finca, labrando, sacaría los huesos de los asesinados que probablemente allí seguirán.

LA VAQUILLA
Los soldados procedentes de Jaca se desplazaron hasta Aragües del Puerto y acamparon en la Borda lo Blanco. Ramón, un joven de Cedrillas que realiza su turno de guardia nocturna, descubre a dos maquis entrando en una borda cercana. Al agacharse para coger bombas de mano, los peines de balas de ametralladora se le escurren del hombro haciendo ruido, lo cual da pie a los guerrilleros para huir. La que le cayó, aparte del pelo, fue suave.
Días después Ramón, de nuevo de guardia ”a oscuras”, escuchó ruidos sospechosos entre la maleza y fusiló a una pacífica vaca. El ejército hubo de pagar la res y los soldados fueron comiendo de ella hasta que, debido a la estulticia de los mandos, la carne acabó podrida.

BONHOMÍA
En un pueblo turolense, al maestro que por entonces intentaba culturizar a los niños y jóvenes, en varias ocasiones fueron los falangistas a por él para darle matarile. El alcalde del momento, en una valiente actitud, se opuso siempre.
-A mi, me tendréis que llevar primero. Tuvo suerte y no ocurrió así.
En compensación el hijo, quizá como instinto de conservación, participó en la contienda como alférez provisional. Fue mi maestro.

ITALIANOS
Cuenta mi señora madre que cuando las “pavas” tornaban de bombardear Teruel, la vuelta la realizaban sobrevolando el pueblo y que la gente, aterrorizada, se refugiaba en los puentes de la vía del tren minero.
En esos días recaló un destacamento de italianos “en son de paz”, allí nunca hubo frente. Perchechados de intendencia a tope, lo que querían era juerga.
-Nos daban chocolate y galletas a las muchachicas para que les dijéramos el nombre de las mozas. Y hambre, solo comenzamos a pasar cuando acabó la guerra.
Por las tardes, baile con instrumentos de cuerda, para propiciar el descanso del guerrero. Algunas mozas, se tomaron demasiado en serio aquello del perfecto anfitrión. Menos mal que no hubo que lamentar ningún suceso irreparable. Aunque algún fantasma lanzó una granada de mortero y casi mata a mi abuela.

EL MORO
Un día, el perro pastor de pelo negro y ensortijado que había en casa del abuelo, desapareció. Nadie entendía que le podía haber sucedido al Morico, pues así lo llamaban. Estabilizado el frente en la zona de Teruel, pasado un tiempo mi abuelo fue a ver al hijo y se llevó una sorpresa mayúscula: el Moro estaba allí, con él.
El muy ladino, se fugó con los italianos y encontró a su dueño. Su asombro, cuando apareció a su lado, no fue menor que el de su padre.