Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

jueves, 14 de julio de 2011

Evanescente

Echo de menos tantas cosas y tantos buenos ratos pasados.....pero sin saber porqué, levantó el vuelo y no volvió jamás. No es esto lo que me gustaría escribir, mas aquí no puedo expresar lo que el recuerdo de sus labios saboreando mi alma y acercándolos a los míos, en un beso compartido, genera.

La interminable playa, solitaria a las nueve de la mañana, hace que pueda bañarme al natural con mi pensamiento prendido en la jugosa vaguada donde me gustaria estar incrustado con el agua hasta el cuello. Ese es un placer de dioses del que alguna vez, a hurtadillas, disfrutamos los mortales.

Cuando por culpa del exilio forzado, mi cabeza está al borde del infierno, aplaco mi sed y mi hambre de lobo solitario, contemplando lo único que pude rescatar del naufragio. Pero es tan fuerte, que aún sabiendo que ya no es verdad, con la mitad me sobra para acabar el solitario. Y de lo más hondo, surge aquel sentimiento compartido que encierra y envuelve mucho más que las palabras que lo expresan: "que puta eres Cariño". Y como un eco resuena en mí: "quiero ser la más puta para tí".

Sin duda algo, mucho, ha cambiado. Pero si una gaviota decide marchar, solo queda el recurso de visitar la playa y perder la vista en aquellas figuras difuminadas que se pierden a lo lejos entre los espejismos de la arena. Y seguir soñando.