Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

lunes, 14 de noviembre de 2011

EMASCULAR

Hoy, he aprendido una nueva vieja palabra. Parece ser que los escritores cuando no quieren o pueden dejar negro sobre blanco una acción, emplean subterfugios que supongo les seguirán llamando sinónimos, pero que no por ello dejan de serlo. Reconozco que llamar siempre de la misma forma a una cosa resultaría muy repetitivo; lo de pobre, ya no lo tengo tan claro. Si con un gesto podemos expresar sin ninguna duda lo que deseamos transmitir, y se me ocurren un montón y muy expresivos por cierto, una palabra debería bastar para decir lo mismo. Lo dice, pero además hay otras muchas que tienen su mismo significado e incluso, según el contexto en el cual la acción se desarrolla, pueden tener varias acepciones.

Desde que mi memoria alcanza, esta recuerda cuando alguna persona de buena o mala fe, que de todo había, me decía que me iba a dejar sin aparato mingitorio. Así mi tío Leoncio metía el dedo pulgar (ya casi se me ha olvidado como se les llama a los dedos) entre el índice y el corazón y simulaba que me había “quitado” la pilila. Incluso alguno de mala uva, sus motivos tendría, nos decía “chaval, si te pillo de la corto”, lo cual era ni más ni menos, eso, emascular. O sea, “te capo”.

Aunque ahora que pienso, emascular o capar, debe significar dejarlo a uno como a un eunuco, cortarle las pelotas, no cortarle la chifla como nos amenazaban cuando éramos crios y no nos servía más que para mear. Ni más ni menos que como ahora.