Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

SUSTO

Esta matinada al levantarme, he sufrido un horrible shock. Al pasar frente al espejo del pasillo he descubierto a un tipo repelente que tras mirarme de forma huidiza ha desaparecido. Una taquicardia galopante se ha apoderado de mí y he proferido un grito histérico más parecido al cacareo de una gallina que al rugido de un león. Presumo que de haber sido lo segundo, me habría quedado mojama ipso facto. Solo me faltaba eso.

Últimamente me rondan demasiados fantasmas. He comenzado a poner ajos por los pasillos y algún que otro cepo. Pasar al otro lado inútilmente. Caminito que el tiempo ha borrado y que ya usé en otro tiempo, pero que se cerró inesperadamente, como la stargate. Para tener algo con que picarme el año próximo, voy a plantar unos cuantos dientes (de ajo) en el jardín. Solo espero que demá de matí, ese tío haya desaparecido de mi casa. En precaución y como medida preventiva, voy a colocar una sábana que tape al dichoso espejo, ya que parece se oculta tras el. Si vuelvo a verlo, se va a enterar de lo que cuesta un peine, aunque mejor, lo evito.

Voy a aprender catalán para exiliarme. Quizá no me exilie, que ahora a la vejez los achaques son frecuentes y la sanidad la están poniendo difícil los hombres de +

MELANCOLÍA

Hoy tengo un día extraño. Mezcla de alegría y melancolía. Melancolía que no tiene ni debe ser necesariamente tristeza. Sin embargo, escuchando melodias de mi ya lejana juventud y otras no tanto, inundan mi alma de una mezcolanza contradictoria de sentimientos encontrados. Me transportan a otra época, otras vivencias, otros amores y sobre todo, desamores. Porque resultan más lacerantes sus heridas y sobretodo, incurables; pues si tras tantos años de cauterización fallida ¿cabe esperar que ahora por arte de birlibirloque lo hagan? . No. Sobre todo cuando el hijoputa de tu subconsciente, cuando te encuentras inerme, te transporta de forma criminal a esos recuerdos que conscientemente rechazas, incluidos la falta de apetencia física por ellos. Te puedes engañar, mentira podrida, llamando hija de puta a la causante de tus zozobras. Solo conseguirás que te visite y hunda más en la miseria en los momentos en que te halles indefenso. Y lo peor es cuando dos hijas de puta se unen: una te jode la noche y la otra el resto.