Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 27 de noviembre de 2011

El Mundo en sus manos

A pesar de que pudiera parecerlo, esto no se refiere al inmundo diario que dirige el marido de la excéntrica ¿diseñadora? de moda con nombre de piedra filosofal. Me suena de algo, no sé si de película, libro o qué. ¿Quién no ha sentido alguna vez ese sentimiento posesivo que en realidad no te proporciona más que aire y fantasías animadas? Pues yo. Nunca lo he gozado o sufrido, al menos con la intensidad que hace que toques el cielo con las manos. O levites algunos centímetros del suelo. En honor a mi memoria, que se rebela la muy traidora, si hubo una vez en la cual durante unos segundos sufrí de esa parestesia emocional.

El mundo al que intento referirme, es este que tenemos entre manos en este momento. Sin salir de casa, ante el teclado, podemos acceder a todo el saber, la experiencia, el cotilleo, los contactos, la  comunicación cara a cara, el mercado virtual, el real…. Quienes lo desconocen, lo odian, lo temen más bien. Hay mucho de leyenda urbana y otro tanto de realidad en el ciberespacio. Multitud de búsquedas que unas veces cuajan y otras son en vano, depende del ánimo del  buscador. Solo en su alma virtual, cada cual cree saber lo que desea hallar aunque las respuestas sean contradictorias o muy contradictorias respecto de la pesquisa, o incluso sin desearla, sin haberla buscado.
Como todo en la vivencia personal e incluso en la colectiva, en la navegación virtual, al menos en mi experiencia, existen sus altibajos. Hay temporadas en las cuales el interés suscitado por algún apartado en concreto, y al cual solo se puede acceder desde Internet, copa todo el tiempo disponible. La información ha sido para mí prioritaria. Las direcciones virtuales de los diarios que me cuentan lo que quiero leer, forman parte de mis favoritos. Porque esa es otra, a nadie le obligan a leer lo que no quiere, pero no acepto ni comparto el criterio de esos individuos, hideputa diría yo, que llenan los foros de mierda e insultos; mayormente, gentuza de ultraderecha en los medios y foros que no les son afines.

Luego está el apartado de la quimera literaria. Como ya escribí en alguna entrada, mis inicios blogueros tienen su germen en la columna diaria que el periodista J. L. Trasobares escribe en EPA. Una vez pierdes la línea del horizonte, te metes en barros que no debieras. Así me ha pasado a mí que, sin sentido del ridículo, he participado, y lo que es peor lo sigo haciendo, en multitud de concursos literarios. Alguna amiga me proporcionó la dirección de una web en la cual se publicitan los susodichos y participo cuando el tema, extensión y las condiciones, me lo permiten. Nunca conseguiré nada, lo sé; incluso hay veces que me cabreo cuando leo el relato ganador ya que no daría ni las gracias por el, pero hay que aceptar los resultados. No por ello debo dejar de escribir, aunque sean Aventis o paparruchas. Yo estoy por encima de cualquier jurado, aunque sea pretencioso o falto de modestia.