Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

sábado, 17 de marzo de 2012

"Voluntarios"

Mi señora madre salió a comprar por la mañana, algo que todas las mujeres y hombres encargados de un hogar hacen casi todos los días. Solo llevaba un monedero de tela pequeño con el dinero necesario, y un poco más, para lo que pensaba comprar.
Como llevaba las llaves de casa dentro del "perrero", tras realizar la última compra sacó las llaves de casa al bolsillo del jersey para no tener que estar dejando las bolsas de la compra en el suelo en el portal del edificio. Al llegar al mismo, había un hombre aparentemente mirando los timbres de la escalera izquierda el cual la sigió al interior tras entrar ella. Tiene la puñetera costumbre de no usar el ascensor por lo que al llegar a las escaleras, otro individuo le preguntó por "alguien" que ella alegó desconocer.
"Déjeme que le ayude con las bolsas". "No, no". Total que le cogió la bolsa de la mano derecha, lado en el cual llevaba el monedero. Al pasar del rellano del principal e iniciar la subida al primero, escuchó un timbre. Como no llevaba teléfono, no se dió por aludida. En ese momento "el voluntario" le devolvió la bolsa de la compra y presumiblemente le aligeró el bolsillo, dándose la vuelta escaleras abajo seguido o siguiendo a su compinche.
Cuando llegó a casa y quiso encontrar el "perrero", percibió que este había volado. El golpe recibido, no los golpes que no la tocaron, la tuvo todo el día dándole vueltas al asunto. No le valían consideraciones de ningún tipo. "No está mal lo que le ha pasado, suba en el ascensor, que para eso está. Además, así aprenderá que las cosas también le pueden pasar a una aunque sea muy confiada o lo contrario". "Si me meto en el ascensor igual me inflan a palos". No le valen razones.
Total, unos veinti pocos euros. Menos mal que solo llevaba dinero, no documentos. Ahora será más desconfiada. No hay mal que por bien no venga.